I
Lo que tú admiras no es la humildad de Cristo,
sino a los falsos pastores de la fama.
Tú no quieres la hermosura o sabiduría de Cristo,
sino a esos lascivos en la ciénaga con el vil mundo.
Incluso ahora tu corazón se dirige a ellos,
a su lugar en los corazones de todos los Satanases,
su influencia y autoridad.
Resistes y rechazas la obra de Cristo.
Dios dice que te falta fe para aceptar a Cristo.
II
Te ríes del dolor de Cristo, que no tiene donde descansar,
y admiras a cadáveres que roban ofrendas y viven en el vicio.
No estás dispuesto a sufrir con Cristo,
pero irás con gusto a los brazos de
esos anticristos, los temerarios,
aunque lo único que te dan es carne, títulos y control.
Incluso ahora tu corazón se dirige a ellos,
a su lugar en los corazones de todos los Satanases,
su influencia y autoridad.
Resistes y rechazas la obra de Cristo.
Dios dice que te falta fe para aceptar a Cristo.
III
Lo has seguido porque te forzaban.
Tu corazón, lleno de imágenes altivas
sus palabras y manos, influyentes.
Están en tu corazón, héroes supremos para siempre.
Pero no es así para el Cristo de hoy.
Incluso ahora tu corazón se dirige a ellos,
a su lugar en los corazones de todos los Satanases,
su influencia y autoridad.
Resistes y rechazas la obra de Cristo.
Dios dice que te falta fe para aceptar a Cristo.
IV
Siempre insignificante es Cristo en tu corazón,
siempre indigno de tu reverencia,
ya que Él es ordinario, tiene muy poca influencia,
y está lejos de ser elevado.
Por eso, Dios dice que te falta fe para aceptar a Cristo.
De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”
