Cuando la divinidad de Dios se hizo carne y sangre,
Su presencia ya no fue difusa.
El hombre vio y se acercó a Dios.
Pudo tratar de entender Su voluntad
y divinidad a través de las palabras,
acciones y la obra del Hijo del hombre.
La humanidad del Hijo del hombre expresó
la voluntad y divinidad de Dios.
Al mostrar Su voluntad y carácter,
reveló a las personas el Dios del reino del espíritu,
que no se puede ver ni tocar.
Vieron la imagen de un Dios encarnado.
El Hijo del hombre encarnado hizo humanos y tangibles
la identidad, el estado y el carácter de Dios.
Tanto la humanidad como la divinidad de Dios
representan Su incontestable identidad y estatus.
Dios obró y habló encarnado durante esa era.
Con la identidad del Hijo del hombre, se presentó ante la humanidad,
les permitió encontrar las palabras y la obra de Dios,
conocer Su divinidad y Su humilde grandeza.
El hombre se hace una idea de la realidad de Dios.
El hombre comprende lo que significa.
La humanidad del Hijo del hombre expresó
la voluntad y divinidad de Dios.
Al mostrar Su voluntad y carácter,
reveló a las personas el Dios del reino del espíritu,
que no se puede ver ni tocar.
Vieron la imagen de un Dios encarnado.
No importa qué forma tome para hablar
ni qué imagen le muestre a la humanidad,
Dios solo se representa a sí mismo,
no representa a ningún hombre.
Dios es Él mismo; no se puede negar.
de Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos