En La protección de Dios, la protagonista, al tener cierta aptitud y lograr algunos resultados en su deber, comienza a creerse el ombligo del mundo, cada vez más arrogante y engreída, y a ignorar al resto. Hace lo que quiere y altera el trabajo de la iglesia. Por dos veces experimenta la poda y el trato de una manera que le deja un recuerdo imborrable en el corazón, y con la revelación y el juicio de las palabras de Dios logra comprender un poco su naturaleza arrogante y darse cuenta de que el carácter justo de Dios no tolera ofensa. Cultiva la veneración a Dios y empieza a centrarse en buscar la verdad y en actuar conforme a principios en su deber. Consigue creer de verdad que solo el juicio y el castigo de Dios pueden purificar y transformar un carácter corrupto, y que la poda, el trato, el juicio y el castigo son el amor y la protección más grandes de Dios para la humanidad.
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