I
Aunque la descarga de la ira de Dios
es un aspecto de Su carácter justo,
Él considera quién la recibirá
y sigue siempre un principio.
Dios no se enoja con facilidad,
ni por impulso muestra Su ira y majestad.
Su ira es controlada y mesurada,
no como la rabia explosiva del hombre.
La ira de Dios es una manifestación
y una genuina expresión de Su carácter justo
y revela Su santa esencia.
II
La descarga de la ira de Dios
no expresa ni manifiesta Su humor,
no es una erupción incontenible de furia,
como el hombre podría suponer.
Dios no desata toda Su ira
porque no pueda controlar Su humor,
o porque Su enojo haya llegado al límite
y deba ser descargado.
La ira de Dios es una manifestación
y una genuina expresión de Su carácter justo
y revela Su santa esencia.
III
La ira de Dios no tolera ofensa,
Su enojo tiene principios, hace distinción entre causas.
Pero la humanidad corrupta no puede hacerlo.
El hombre estalla de ira,
defendiendo la existencia del pecado.
Estas acciones son la forma en la que el hombre
expresa su insatisfacción.
Las acciones del hombre están llenas
de conspiración y corrupción, de intrigas y maldad
y de deseos y ambición salvaje.
La ira de Dios es una manifestación
y una genuina expresión de Su carácter justo
y revela Su santa esencia.
IV
Cuando la maldad se opone a la justicia,
el hombre no se enoja, no defiende la justicia.
Si la justicia es amenazada o atacada,
el hombre pasa por alto, huye y retrocede.
Pero cuando se enfrenta a las fuerzas del mal,
el hombre es complaciente y servil.
Así, el enojo del hombre deja salir el mal,
muestra que su maldad es difícil de contener.
De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”