Vuestro destino y vuestro sino son muy importantes para vosotros: son motivo de gran preocupación. Creéis que si no hacéis las cosas con gran cuidado, equivaldrá a no tener destino, y a la destrucción de vuestra suerte. ¿Pero se os ha ocurrido alguna vez que si los esfuerzos que uno invierte sólo son por el bien de su destino, no son más que una labor improductiva? Semejantes esfuerzos no son genuinos; son falsos y engañosos. Si este es el caso, los que trabajan por su destino recibirán su derrota final, porque los fracasos de las personas, en su creencia en Dios, suceden por culpa del engaño. Ya he dicho con anterioridad que no quiero ser adulado, lisonjeado ni tratado con entusiasmo. Me gusta que las personas honestas se enfrenten a Mi verdad y a Mis expectativas. Más aún, me gusta que las personas sean capaces de mostrar el máximo cuidado y la máxima consideración hacia Mi corazón y que puedan abandonarlo todo por amor a Mí. Sólo así puede Mi corazón ser consolado. Justo ahora, ¿cuántas cosas hay en vosotros que me desagradan? ¿Cuántas cosas hay en vosotros que me gustan? ¿Alguno de vosotros se ha percatado de toda la fealdad que habéis manifestado por el bien de vuestro destino?
En Mi corazón, no deseo ser hiriente con ningún corazón positivo y motivado y, sobre todo, no deseo disminuir la energía de nadie que sea fiel en la realización de su deber; no obstante, debo recordarle a cada uno de vosotros vuestras deficiencias y el alma sucia que existe en lo profundo de vuestro corazón. El propósito de hacerlo es esperar que seáis capaces de ofrecer vuestro verdadero corazón al enfrentaros a Mis palabras, porque lo que más odio es el engaño de las personas hacia Mí. Sólo espero que, en la última etapa de Mi obra, seáis capaces de desempeñaros de una forma excepcional, de entregaros por completo y de no ser ya poco entusiastas. Por supuesto, también espero que todos vosotros tengáis un buen destino. No obstante, sigo teniendo Mi propia exigencia, que es que toméis la mejor decisión al ofrecerme vuestra única y final devoción. Si alguien no tiene esa devoción única, esa persona se convertirá seguramente en el tesoro de Satanás, y no seguiré usándola. La enviaré a casa para que la cuiden sus padres. Mi obra os ha sido muy útil; lo que espero conseguir de vosotros es un corazón sincero y que apunta hacia arriba; pero, hasta ahora, Mis manos siguen vacías. Pensad en ello: si un día estoy tan agraviado, tanto que no me alcanzan las palabras, ¿cuál será Mi actitud hacia vosotros? ¿Será así de amistosa? ¿Estará mi corazón tan calmado? ¿Entendéis los sentimientos de una persona que ha labrado laboriosamente y no ha cosechado un solo grano? ¿Entendéis cuán grande es la herida de alguien que ha recibido un gran golpe? ¿Podéis saborear la amargura de una persona llena de esperanza que tiene que separarse de alguien en malos términos? ¿Habéis visto el enojo de una persona que ha sido provocada? ¿Podéis conocer el sentimiento de la urgencia de venganza de una persona que ha sido tratada con hostilidad y engaño? Si entendéis la mentalidad de esas personas, ¡creo que no os debería resultar difícil imaginar la actitud que Dios tendrá en el momento de Su retribución! Finalmente, espero que todos vosotros hagáis un serio esfuerzo por el bien de vuestro propio destino; no obstante, más os valdría no utilizar medios engañosos en vuestros esfuerzos, o seguiré decepcionado de vosotros en Mi corazón. ¿Adónde os conduce semejante decepción? ¿No os estáis engañando a vosotros mismos? Los que reflexionan sobre su destino pero acaban destruyéndolo, son las personas menos capaces de ser salvadas. Aunque esas personas se exasperen, ¿quién sentiría empatía por ellas? En general, sigo dispuesto a desear que tengáis un destino adecuado y bueno. Más aún, espero que ninguno de vosotros caiga en desgracia.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Acerca del destino