“Jehová” es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo y guiar su vida; el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría. “Jesús” es Emanuel, que significa la ofrenda por el pecado que está llena de amor, de compasión y que redime al hombre. Él hizo la obra de la Era de la Gracia y la representa, y solo puede representar una parte de la obra del plan de gestión. Es decir, solo Jehová es el Dios del pueblo escogido de Israel, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de Moisés y el Dios de todo el pueblo de Israel. Y así, en la era presente, todos los israelitas, excepto el pueblo judío, adoran a Jehová. Le hacen sacrificios en el altar y le sirven en el templo llevando las túnicas de los sacerdotes. Lo que esperan es la reaparición de Jehová. Solo Jesús es el Redentor de la humanidad, y Él es la ofrenda por el pecado que redimió a la humanidad del pecado. Es decir, el nombre de Jesús vino de la Era de la Gracia y surgió debido a la obra de redención en la Era de la Gracia. El nombre de Jesús llegó a existir para permitir que las personas de la Era de la Gracia nacieran de nuevo y fueran salvadas, y es un nombre particular para la redención de toda la humanidad. Así, el nombre de Jesús representa la obra de la redención y denota la Era de la Gracia. El nombre de Jehová es un nombre particular para el pueblo de Israel que vivía bajo la ley. En cada era y etapa de la obra, Mi nombre no carece de fundamento, sino que tiene un sentido representativo: cada nombre representa una era. “Jehová” representa la Era de la Ley y es el título honorífico para el Dios adorado por el pueblo de Israel. “Jesús” representa la Era de la Gracia y es el nombre del Dios de todos aquellos que fueron redimidos durante la Era de la Gracia. Si el hombre sigue anhelando la llegada de Jesús el Salvador durante los últimos días, y sigue esperando que llegue con la imagen con la que apareció en Judea, entonces todo el plan de gestión de seis mil años se habría detenido en la Era de la Redención y no podría haber progresado más. Además, los últimos días nunca llegarían y la era nunca acabaría. Esto se debe a que Jesús el Salvador es solo para la redención y salvación de la humanidad. Yo adopté el nombre de Jesús solo por el bien de todos los pecadores en la Era de la Gracia, pero no es el nombre por el cual llevaré a su fin a toda la humanidad. Aunque Jehová, Jesús y el Mesías representan todos a Mi Espíritu, estos nombres solo denotan las diferentes eras de Mi plan de gestión y no me representan en Mi totalidad. Los nombres por los cuales me llaman las personas en la tierra no pueden expresar todo Mi carácter y todo lo que Yo soy. Son simplemente nombres diferentes por los que se me llama durante las diferentes eras. Así pues, cuando la era final —la era de los últimos días— llegue, Mi nombre cambiará de nuevo. No se me llamará Jehová o Jesús, mucho menos el Mesías; se me llamará el potente Dios Todopoderoso mismo y bajo este nombre pondré fin a toda la era. Una vez se me conoció como Jehová. También se me llamó el Mesías, y las personas me llamaron una vez Jesús el Salvador con amor y aprecio. Hoy, sin embargo, ya no soy el Jehová o el Jesús que las personas conocieron en tiempos pasados; Yo soy el Dios que ha regresado en los últimos días, el que pondrá fin a la era. Soy el Dios mismo que surge del extremo de la tierra, repleto de todo Mi carácter y lleno de autoridad, honor y gloria. Las personas nunca se han relacionado conmigo, nunca me han conocido y siempre han sido ignorantes de Mi carácter. Desde la creación del mundo hasta hoy, ni una sola persona me ha visto. Este es el Dios que se le aparece al hombre en los últimos días, pero que está oculto entre los hombres. Él mora entre los hombres, verdadero y real, como el sol ardiente y la llama abrasadora, lleno de poder y rebosante de autoridad. No hay una sola persona o cosa que no será juzgada por Mis palabras y ni una sola persona o cosa que no será purificada por el fuego ardiente. Finalmente, todas las naciones serán bendecidas debido a Mis palabras y también serán hechas pedazos debido a ellas. De esta forma, todas las personas durante los últimos días verán que Yo soy el Salvador que ha regresado, y que Yo soy el Dios Todopoderoso que conquista a toda la humanidad. Y todos verán que una vez fui la ofrenda por el pecado para el hombre, pero que en los últimos días también me convierto en las llamas del sol que incineran todas las cosas, así como el Sol de la justicia que revela todas las cosas. Esta es Mi obra en los últimos días. Tomé este nombre y soy poseedor de este carácter para que todas las personas puedan ver que Yo soy un Dios justo, el sol ardiente, la llama abrasadora, y que todos puedan adorarme, al único Dios verdadero, y para que puedan ver Mi verdadero rostro: no soy solo el Dios de los israelitas ni soy solo el Redentor, soy el Dios de todas las criaturas en todos los cielos, la tierra y los mares.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El Salvador ya ha regresado sobre una “nube blanca”