En lo que se refiere a la obra, el hombre cree que consiste en correr de un lado a otro para Dios, predicar por todas partes y esforzarse por Él. Aunque esta creencia es correcta, es demasiado parcial; lo que Dios le pide al hombre no es únicamente que corra de un lado a otro para Él; más allá de esto, esta obra tiene que ver con el ministerio y la provisión dentro del espíritu. Aun después de todos estos años de experiencia, muchos hermanos y hermanas jamás han pensado en trabajar para Dios, porque la obra, tal y como el hombre la concibe, es incongruente con lo que Dios pide. Por tanto, el hombre no tiene el más mínimo interés en el asunto de la obra y esta es precisamente la razón de que la entrada del hombre sea también bastante parcial. Todos vosotros deberíais empezar vuestra entrada obrando para Dios, de manera que podáis pasar por cada aspecto de la experiencia. A esto es a lo que deberíais entrar. La obra no se refiere a correr de un lado a otro para Dios, sino a si la vida del hombre y lo que este manifiesta pueden dar disfrute a Dios. La obra se refiere a que las personas utilicen su devoción a Dios y su conocimiento de Dios para dar testimonio de Dios y, también, para pastorear al hombre. Esta es la responsabilidad del hombre y es lo que el hombre debe entender. Se podría decir que vuestra entrada es vuestra obra y que estáis buscando entrar en el transcurso de obrar para Dios. Experimentar la obra de Dios no significa, solamente, que sabes cómo comer y beber de Su palabra; lo más importante, debes saber cómo dar testimonio de Dios y poder servirle y pastorear y proveer al hombre. Esto es obra y también vuestra entrada; es lo que toda persona debe lograr. Hay muchas personas que solo se centran en correr de aquí para allá para Dios y en predicar por todas partes, pero pasan por alto su experiencia individual y descuidan su entrada a la vida espiritual. Esto es lo que ha llevado a quienes sirven a Dios a convertirse en quienes se resisten a Él. Estas personas, que han estado sirviendo a Dios y pastoreando al hombre todos estos años, han considerado, simplemente, la obra y la predicación como entrada y ninguno ha tomado su experiencia espiritual individual como una entrada importante. Más bien, han tomado el esclarecimiento que obtienen de la obra del Espíritu Santo como capital a partir del cual enseñar a otros. Cuando predican, sienten mucha carga y reciben la obra del Espíritu Santo, y a través de esto liberan la voz del Espíritu Santo. En ese momento, quienes trabajan se llenan de autocomplacencia, como si la obra del Espíritu Santo se hubiera convertido en su experiencia espiritual individual; sienten que todas las palabras que pronuncian le pertenecen a su ser individual, pero luego, una vez más, como si su propia experiencia no fuera tan clara como la han descrito. Es más, antes de hablar, no tienen idea de lo que van a decir, pero cuando el Espíritu Santo obra en ellos, sus palabras vienen desbordándose en una corriente interminable. Después de que hayas predicado así una vez, sientes que tu estatura presente no es tan pequeña como creías, y como en una situación donde el Espíritu Santo ha trabajado en ti varias veces, determinas que ya posees estatura y, erróneamente, crees que la obra del Espíritu Santo es tu propia entrada y tu propio ser. Cuando constantemente experimentas de esta manera, te vuelves laxo respecto a tu propia entrada, caes en la pereza sin darte cuenta y dejas de darle importancia a tu entrada individual. Por esta razón, cuando estés ministrando a otros, debes distinguir con claridad entre tu estatura y la obra del Espíritu Santo. Esto facilitará más tu entrada y traerá un mayor beneficio a tu experiencia. Cuando el hombre considera a la obra del Espíritu Santo como su experiencia individual, esto se vuelve una fuente de depravación. Por eso digo que, cualquiera que sea el deber que llevéis a cabo, debéis considerar vuestra entrada como una lección vital.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (2)