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Dios es amor

Tal vez hayas experimentado decepciones, heridas o soledad... pero hay un amor que nunca nos ha abandonado. Al leer este artículo, descubrirás en la obra de Dios un amor que no abandona ni desiste: ¡el amor de Dios!

I. Introducción

En este mundo, a menudo hablamos de “amor”, pero la comprensión humana del amor suele estar mezclada con condiciones, es temporal o incluso está influenciada por intereses y trueques. Solo el amor de Dios es el más puro, el más desinteresado y el más verdadero. Dios no solo nos creó, sino que ha estado constantemente entregándose por nosotros, soportándonos e incluso pagando el precio de Su vida para salvarnos del pecado. Este amor es algo que ninguna persona en este mundo puede ofrecer.

Dios no solo habla de “amor” con palabras; Él lo demuestra con Su obra, Su entrega y todo lo que ha dispuesto para nosotros, guiándonos paso a paso para librarnos del pecado y la oscuridad, y llevarnos hacia la belleza y la luz. Cuando realmente comprendemos lo que Dios ha hecho por nosotros, exclamaremos desde el fondo de nuestro corazón: ¡Dios es amor, Su amor es tan real! Entonces, ¿dónde se manifiesta exactamente el amor de Dios? Vamos a descubrirlo paso a paso.

II. Cómo conocer el amor de Dios

1. Conocer el amor de Dios a través de la creación de todas las cosas

Cuando abrimos la Biblia en Génesis, vemos que antes de crear al hombre, Dios creó la luz, el aire, el agua, la tierra, las plantas, los animales, las estaciones... En otras palabras, Dios preparó todo el entorno necesario para la supervivencia humana antes de crear al hombre. Esto es como cuando los padres, antes de que nazca su hijo, preparan con anticipación la cuna, la leche en polvo, la ropa, asegurándose de que todo esté listo.

El corazón de Dios es tan detallista. Él sabía que los humanos necesitaríamos vivir, respirar, comer, vestirnos, tener un lugar donde habitar, y contar con el sol, la luna y las estrellas para distinguir el día de la noche y marcar las estaciones. Nada de esto se formó por casualidad; es la manifestación del amor meticuloso y la provisión de Dios para la humanidad. Dios dice: “A los ojos de Dios, la humanidad está muy por encima de cualquier otro ser vivo. Dios preparó un entorno para cada tipo de planta y preparó alimento y un entorno para cada tipo de animal, pero la humanidad tiene las necesidades más estrictas en lo relacionado con su entorno, y esas necesidades no pueden pasarse por alto en lo más mínimo; de lo contrario, esta no podría seguir desarrollándose, viviendo y reproduciéndose con normalidad. Dios es quien sabe esto mejor que nadie, en Su corazón. Cuando Él hizo esto, dio mayor importancia a eso que a cualquier otra cosa. Quizás seas incapaz de percibir la importancia de algo banal que puedes ver y disfrutar en tu vida, o de algo que ves y disfrutas que has tenido desde que naciste, pero Dios ya ha hecho preparativos para ti hace mucho o en secreto. En la mayor medida posible, Dios ha eliminado y mitigado todos los elementos negativos que no son favorables para la humanidad y que podrían perjudicar al cuerpo humano. ¿Qué demuestra esto? ¿Muestra la actitud que Dios tuvo hacia la humanidad cuando la creó esta vez? ¿Cuál fue esa actitud? Su actitud fue cuidadosa y seria, y no toleró la interferencia de ninguna fuerza enemiga o factor externo o condición que no proviniera de Él. En esto puede verse la actitud de Dios cuando creó y gestionó a la humanidad esta vez. Y ¿cuál es la actitud de Dios? Por medio del entorno para la supervivencia y la vida que la humanidad disfruta, así como en su comida, bebida y necesidades diarias, podemos ver la actitud de responsabilidad de Dios hacia la humanidad, que Él ha mantenido desde que creó al hombre, así como Su determinación de salvar a la humanidad esta vez”.

Antes de que viniéramos a este mundo, Dios ya estaba silenciosamente preparando todo para nosotros. ¿No es este amor la muestra más íntima de cuidado? ¿No es la provisión más verdadera? Cuando vemos las nubes en el cielo, las flores de la primavera o los frutos de la tierra, ¿no nos preguntamos quién preparó todo esto para nosotros? Sin el amor de Dios, no podríamos sobrevivir.

2. Conocer el amor de Dios a través de la promulgación de la ley y los mandamientos

Sabemos que en la Era de la Ley, Dios guió personalmente al pueblo de Israel a través de Moisés, promulgando leyes para enseñar, regular y proteger a las personas. En ese momento, la humanidad, recién corrompida por Satanás, era como un niño recién nacido, sin conocimiento alguno de Dios, sin saber cómo comportarse, cómo adorar a Dios, cómo interactuar con los demás o incluso cómo vivir. Pero Dios no despreció ni se alejó de la humanidad; en cambio, con paciencia, los guió paso a paso, estableciendo diversas ordenanzas y reglas. Mira, ¿no es esto como una madre que, al nacer su hijo, le prepara comida, ropa y un lugar para vivir, y luego le enseña a hablar y caminar, cuidando que no se equivoque ni sufra?

En la ley, Dios no solo enseñó cómo ofrecer sacrificios y cómo temerlo, sino que también reguló minuciosamente todos los aspectos de la vida: qué animales podían comerse y cuáles no, qué hacer al tocar algo impuro, cómo resolver conflictos entre personas, e incluso estableció reglas claras sobre el matrimonio, los préstamos, la liberación de esclavos y el adulterio. Por ejemplo, la Biblia dice: “De entre los animales, todo el que tiene pezuña dividida, formando así cascos hendidos, y rumia, este comeréis(Levítico 11:3). “Si el hombre encuentra en el campo a la joven que está comprometida, y el hombre la fuerza y se acuesta con ella; entonces morirá solo el que se acuesta con ella(Deuteronomio 22:25). Estas son enseñanzas prácticas y detalladas.

Piénsalo: ¿una persona que te ama se limitaría a decirte vagamente “vive bien” y luego te dejaría solo? No. Solo alguien que realmente te ama estaría dispuesto a tomar el tiempo de explicarte, paso a paso, cómo vivir y qué hacer para protegerte del peligro y llevarte por un camino de bendición. En la Era de la Ley, Dios hizo exactamente eso. Su amor es tangible, no es una doctrina vacía pronunciada de labios, sino un cuidado y una protección que se reflejan en cada detalle de la vida.

Como dice Dios: “Al principio, guiar al hombre durante la Era de la Ley del Antiguo Testamento era como guiar la vida de un niño. La humanidad más antigua nació de Jehová; fueron los israelitas, que no sabían cómo temer a Dios o vivir en la tierra. Es decir, Jehová creó a la humanidad, esto es, creó a Adán y Eva, pero no les dio las facultades para entender cómo temer a Jehová o seguir las leyes de Jehová sobre la tierra. Sin la guía directa de Jehová, nadie podría saber esto directamente, porque en el principio el hombre no poseía tales facultades. El hombre sólo sabía que Jehová era Dios, y no tenía idea de cómo temerlo, qué conducta se podría considerar temerlo, con qué mentalidad hacerlo y qué ofrecer en Su temor. El hombre sólo sabía cómo disfrutar de lo que podía disfrutarse entre todas las cosas creadas por Jehová, pero no tenía ni idea de qué tipo de vida sobre la tierra encajaba con la de un ser creado. Sin nadie que los instruyera, sin alguien que los guiara personalmente, esa humanidad nunca podría llevar una vida apropiada, y sólo podría ser capturada furtivamente por Satanás”. Dios sabía cuán débiles e ignorantes éramos, y por eso nos enseñó personalmente, paso a paso, cómo ser personas y cómo vivir. ¿No es esto un amor inmenso?

3. Conocer el amor de Dios a través de la crucifixión de Jesucristo para redimir a la humanidad

Al final de la Era de la Ley, la humanidad se volvió cada vez más corrupta. Aunque Dios estableció la ley, las personas a menudo no podían cumplirla; pecaban constantemente y ofrecían sacrificios, volvían a pecar y ofrecían más sacrificios. Los pecados de la humanidad aumentaban, pero los sacrificios de expiación eran cada vez menos suficientes. Las personas, al no tener suficientes ofrendas para expiar sus pecados, enfrentaban el peligro de ser condenadas y ejecutadas por la ley, y oraban fervientemente clamando a Dios. Entonces, Dios se encarnó personalmente y vino a la tierra como el Señor Jesús. Fue clavado en la cruz por nuestros pecados, soportando el castigo y la maldición en nuestro lugar, ofreciéndose como un sacrificio eterno de expiación para que nuestros pecados fueran perdonados y pudiéramos volver a estar ante Dios en oración, disfrutando de Su gracia. Dios dice: “Sin la redención de Jesús, los hombres habrían vivido por siempre en el pecado y se habrían vuelto la progenie del pecado, los descendientes de los demonios. De continuar así, toda la tierra se habría convertido en el sitio donde habita Satanás, el lugar de su morada. Sin embargo, la obra de la redención requería brindar misericordia y bondad a la humanidad. Sólo así los humanos podían recibir el perdón y, al final, ganarse el derecho a que Dios los hiciera completos y los obtuviera plenamente. Sin esta etapa de la obra, el plan de gestión de seis mil años no habría podido avanzar. Si Jesús no hubiera sido crucificado, si solamente hubiera sanado a los enfermos y exorcizado a los demonios, las personas no podrían haber sido perdonadas completamente por sus pecados. En los tres años y medio que Jesús pasó haciendo Su obra en la tierra, completó sólo la mitad de Su obra de redención. Luego, al ser clavado en la cruz y al convertirse en la semejanza de la carne pecadora, al ser entregado al malvado, Él completó la obra de la crucifixión y dominó el porvenir de la humanidad. Sólo después de ser entregado en las manos de Satanás, redimió a la humanidad. Durante treinta y tres años y medio sufrió en la tierra, lo ridiculizaron, lo difamaron y lo abandonaron, incluso al punto en el que no tenía un lugar donde posar Su cabeza, ningún lugar para descansar; luego fue crucificado y todo Su ser, un cuerpo santo e inocente, fue clavado en la cruz y padeció todo tipo de sufrimientos. Quienes estaban en el poder se burlaron de Él y lo flagelaron e incluso los soldados escupieron en Su rostro; sin embargo, Él permaneció en silencio y soportó hasta el final, sometiéndose incondicionalmente hasta la muerte, con la cual redimió a toda la humanidad. Sólo entonces se le permitió descansar. La obra que Jesús llevó a cabo representa únicamente la Era de la Gracia, no representa la Era de la Ley ni sustituye a la obra de los últimos días. Esta es la esencia de la obra de Jesús en la Era de la Gracia, la segunda era por la que la humanidad ha pasado: la Era de la Redención”. El amor de Dios por la humanidad no es un lema. Dios vivió realmente entre los hombres, trayendo esperanza y salvación. Él trajo el evangelio del reino, enseñando a las personas a confesar sus pecados y arrepentirse, a amarse unos a otros, a perdonar setenta veces siete, a amar a Dios con todo el corazón, alma y mente, y a adorarlo en espíritu y en verdad. Esto permitió a las personas comprender la voluntad de Dios, dándoles una meta y dirección claras para su fe, liberándolas completamente de las ataduras de las reglas de la ley. El Señor Jesús también realizó muchos milagros, sanando enfermos, expulsando demonios, perdonando pecados y mostrando gran tolerancia y paciencia hacia las personas. Todos sintieron verdaderamente la omnipotencia, la misericordia y la compasión de Dios. Él no estaba distante ni elevado, sino que, como un padre o una madre, cuidaba y amaba a la humanidad. Lo más conmovedor es que el Señor Jesús fue crucificado, derramando Su preciosa sangre y convirtiéndose en el sacrificio eterno de expiación para la humanidad. Desde entonces, cuando las personas transgredían la ley, ya no necesitaban ofrecer sacrificios para expiar sus pecados; bastaba con confesar y arrepentirse sinceramente ante el Señor para recibir el perdón, sin ser condenados por la ley. Ahora podemos acercarnos a Dios con confianza en oración, disfrutando de la paz, la alegría, la liberación espiritual, las gracias y el cuidado que provienen del Señor. Se puede decir que la obra de redención del Señor Jesús trajo un cambio radical a toda la humanidad. Sin Su redención, habríamos sido devorados y destruidos por Satanás hace mucho tiempo. Gracias a que la sangre preciosa del Señor Jesús se convirtió en el sacrificio de expiación de la humanidad, hoy tenemos esperanza, dirección y un futuro para vivir.

4. Conocer el amor de Dios a través del juicio y la purificación del hombre mediante la expresión de la verdad por Dios en los últimos días.

Dios no solo guió a la humanidad en la Era de la Ley y la redimió en la Era de la Gracia; en los últimos días, Él continúa Su obra, pero de una manera más profunda, para purificar y salvar a la humanidad de las cadenas del pecado, permitiéndonos alcanzar la verdadera libertad y vida. Aunque el Señor Jesús perdonó nuestros pecados, nuestra naturaleza corrupta permanece. A pesar de haber creído en el Señor durante muchos años, seguimos mintiendo, siendo arrogantes, celosos, resentidos... viviendo atrapados en el pecado sin poder liberarnos. Muchos hermanos y hermanas comparten la misma duda: “He confesado mis pecados en oración, pero ¿por qué sigo siendo el mismo? ¿Cómo puedo liberarme de las ataduras del pecado?”. En realidad, los seres humanos no podemos resolver nuestra naturaleza pecaminosa, porque nadie más que Dios puede realizar la obra de salvar a la humanidad. Solo Dios puede librarnos del poder de Satanás y de las cadenas de nuestra naturaleza pecaminosa, salvándonos completamente de su dominio. Por eso, para salvarnos completamente, Dios se encarnó nuevamente en los últimos días, expresando la verdad y realizando la obra de juicio que comienza desde la casa de Dios, con el propósito de resolver por completo nuestro carácter corrupto. Dios usa Sus palabras para revelar nuestra corrupción oculta y nuestra verdadera condición, permitiéndonos conocer realmente la esencia de nuestra corrupción. Luego, a través del juicio de Sus palabras, nos purifica, transformando nuestro carácter corrupto para que podamos alcanzar la verdadera limpieza. Dios dice: “Aunque Jesús vino entre los hombres e hizo mucha obra, solo completó la obra de redimir a toda la humanidad y sirvió como ofrenda por el pecado del hombre; no lo libró de la totalidad de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no solo requirió que Jesús se convirtiera en la ofrenda por el pecado y cargara con los pecados del hombre, sino también que Dios realizara una obra incluso mayor para librar completamente al hombre de su carácter corrompido por Satanás. Y, así, una vez que el hombre fue perdonado por sus pecados, Dios volvió a la carne para guiar al hombre a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio. Esta obra ha llevado al hombre a un reino más elevado. Todos los que se someten bajo Su dominio disfrutarán una verdad más elevada y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz, y obtendrán la verdad, el camino y la vida”.

Por medio de esta obra de juicio y castigo, el hombre llegará a conocer plenamente la esencia inmunda y corrupta de su interior, y podrá cambiar completamente y ser purificado. Solo de esta forma puede ser el hombre digno de regresar delante del trono de Dios. Toda la obra realizada este día es con el fin de que el hombre pueda ser purificado y cambiado; por medio del juicio y el castigo por la palabra, así como del refinamiento, el hombre puede desechar su corrupción y ser purificado. En lugar de considerar que esta etapa de la obra es la de la salvación, sería más apropiado decir que es la obra de purificación”.

El juicio de Dios no es una maldición ni un castigo, sino una purificación y transformación; es un amor más profundo. Así como los padres, al ver malos hábitos en sus hijos, no los ignoran, sino que los disciplinan, corrigen y guían para que sigan el camino correcto.

Este amor de Dios es más serio, más profundo; es un amor que trae purificación y cambio, una salvación más grande y completa.

III. Conclusión: Experimentemos verdaderamente el amor de Dios

Amigo, el amor de Dios no es una teoría ni un lema vacío; es la expresión genuina de Dios. Desde la creación hasta la ley, desde la redención en la Era de la Gracia hasta el juicio y la purificación en los últimos días, cada paso ha sido dispuesto personalmente por Dios para salvarnos, para que podamos liberarnos de las ataduras del pecado, vivir como verdaderos seres humanos y convertirnos en personas que agraden a Dios.

Hoy, Dios sigue esperándonos, aguardando que regresemos a Él, que aceptemos Su juicio y purificación, y que experimentemos verdaderamente Sus palabras y Su obra.

Dios dice: “El amor de Dios se extiende como el agua de una fuente, y se te da a ti y a mí y a otros, y a todos los que sinceramente buscan la verdad y esperan la aparición de Dios.

Así como el sol y la luna se turnan para salir, la obra de Dios nunca cesa, y se lleva a cabo en ti, en mí, en otros y en todos los que siguen las huellas de Dios y aceptan Su juicio y castigo”.

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