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Música cristiana | Ofrecemos a Dios el sacrificio más valioso

2,267 06/05/2020

I

Con el paso de los años,

el hombre ha experimentado la dificultad del refinamiento y el castigo,

se ha curtido, se ha curtido.

Aunque el hombre ha perdido la “gloria” y el “romance” de tiempos pasados,

sin saberlo, ha llegado a entender los principios de la conducta humana

y a apreciar los años de devoción de Dios para salvar a la humanidad,

y a apreciar los años de devoción de Dios para salvar a la humanidad.

II

El hombre comienza a aborrecer lentamente su propia barbarie.

Empieza a odiar lo salvaje que es, todas las malinterpretaciones sobre Dios

y las exigencias irracionales que él le ha demandado.

El tiempo no puede revertirse,

los acontecimientos pasados se convierten en pesarosos recuerdos del hombre,

y las palabras y el amor de Dios pasan a ser

la fuerza impulsora de la nueva vida del hombre.

El tiempo no puede revertirse,

los acontecimientos pasados se convierten en pesarosos recuerdos del hombre,

y las palabras y el amor de Dios pasan a ser

la fuerza impulsora de la nueva vida del hombre.

III

Las heridas de este se curan día tras día, su fortaleza vuelve

y se pone en pie y mira el rostro del Todopoderoso…

sólo para descubrir que Él siempre ha estado a mi lado,

y que Su sonrisa y Su hermoso rostro siguen siendo muy conmovedores.

Su corazón se sigue preocupando por la humanidad que Él creó,

y Sus manos siguen siendo tan cálidas y poderosas como lo eran al principio.

IV

Es como si el hombre regresara al jardín del Edén,

pero esta vez ya no escucha las seducciones de la serpiente,

ya no se aleja del rostro de Jehová.

El hombre se arrodilla delante de Dios,

mira Su rostro sonriente y ofrece su sacrificio más valioso:

¡Oh mi Señor, mi Dios!

El hombre se arrodilla delante de Dios,

mira Su rostro sonriente y ofrece su sacrificio más valioso:

¡Oh mi Señor, mi Dios!

El hombre se arrodilla delante de Dios,

mira Su rostro sonriente y ofrece su sacrificio más valioso:

¡Oh mi Señor, mi Dios!

¡Oh mi Señor, mi Dios!

De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”

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