La carne vestida por el Espíritu de Dios es la propia carne de Dios.
El Espíritu de Dios es supremo; Él es todopoderoso, santo y justo.
De igual forma, Su carne también es suprema, todopoderosa, santa y justa.
De igual forma, Su carne también es suprema, todopoderosa, santa y justa.
I
Carne como esa solo puede hacer lo que es justo y beneficioso para la humanidad;
lo que es santo, glorioso y poderoso.
Es incapaz de hacer cualquier cosa que viole la verdad,
la moralidad y la justicia;
mucho menos, cualquier cosa que traicione al Espíritu de Dios.
El Espíritu de Dios es santo
y, por lo tanto, Su carne no es susceptible de corrupción por Satanás;
Su carne es de una esencia diferente a la carne del hombre,
es de una esencia diferente a la carne del hombre.
II
Porque es el hombre, no Dios, el que es corrompido por Satanás;
Satanás no podría corromper la carne de Dios.
Así pues, a pesar del hecho de que el hombre y Cristo
moran dentro del mismo espacio,
es solo el hombre a quien Satanás posee, usa y engaña.
Por el contrario, Cristo es eternamente inmune a la corrupción de Satanás
porque Satanás nunca será capaz de ascender al lugar más alto
y nunca será capaz de acercarse a Dios,
y nunca será capaz de acercarse a Dios.
De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”