Al ver al hombre vivir en pecado,
Jesús sintió un fuerte deseo: liberarlo de su lucha.
Él pronto cargaría el pecado en la cruz.
Así pensó Jesús tras vivir con el hombre
y sentir su aflicción por el pecado.
Que el Dios encarnado tuviera ese tipo de voluntad,
¿es acaso el carácter de cualquier mortal?
Él siempre verá a la humanidad desde la divinidad,
desde lo alto de Su posición como Creador.
Siempre verá al hombre a través de la esencia y mentalidad de Dios,
no con la visión de las personas corruptas.
Aunque adopte la forma del hombre,
aprenda lo que el hombre sabe y habla
y use sus métodos para expresarse,
Dios ve al hombre como él nunca podrá.
Su mirada de la esencia de las cosas
no es igual que la del hombre corrupto.
La perspectiva y altura en que se halla
es algo inalcanzable para el hombre corrupto.
Él siempre verá a la humanidad desde la divinidad,
desde lo alto de Su posición como Creador.
Siempre verá al hombre a través de la esencia y mentalidad de Dios,
no con la visión de las personas corruptas.
Porque Dios mismo es la verdad,
Su carne tiene la esencia de Dios,
Su pensar como hombre es la verdad, y lo son Sus expresiones.
No importa lo humilde de Su carne, ni el desprecio que reciba,
Su actitud hacia la humanidad no puede ser imitada.
Él siempre verá a la humanidad desde la divinidad,
desde lo alto de Su posición como Creador.
Siempre verá al hombre a través de la esencia y mentalidad de Dios,
no con la visión de las personas corruptas.
De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”