El padre de la protagonista era creyente desde hacía años. Cumplía sistemáticamente con su deber de compartir el evangelio y había sido capaz de sufrir y pagar un precio. Sin embargo, no buscaba la verdad, sino la fama, la ganancia y el estatus. Sembraba la discordia entre hermanos y hermanas hasta el punto de excluir y atacar a otros, lo que alteraba gravemente la vida de la iglesia y la entrada de los hermanos y hermanas en la vida. En muchas ocasiones le ofrecieron enseñanzas y ayuda, pero jamás se arrepentía. Por medio de las palabras de Dios, la protagonista consigue discernir que su padre es una malvada persona que está harta de la verdad y la detesta, y que deberían expulsarlo de la iglesia. No obstante, sus emociones la frenan y no se atreve a delatarlo ni a denunciarlo. Busca la verdad leyendo las palabras de Dios y entiende la naturaleza, el peligro y las consecuencias de dejarse llevar por las emociones. Se libera de las ataduras de sus sentimientos personales, logra practicar el amor a aquello que Dios ama y el odio a aquello que Dios odia, y delata la malvada conducta de su padre, tras cuya expulsión mejora la vida de la iglesia, libre de la alteración de una malvada persona.