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Palabras diarias de Dios: Conocer la obra de Dios | Fragmento 208

859 22/11/2020

¿Cómo de grande son los obstáculos a la obra de Dios? ¿Lo ha sabido alguien alguna vez? Con las personas enjauladas por matizaciones supersticiosas muy arraigadas, ¿quién es capaz de conocer el verdadero rostro de Dios? Con este conocimiento cultural atrasado, tan superficial y absurdo, ¿cómo podrían entender por completo las palabras pronunciadas por Dios? Incluso cuando se les habla cara a cara, y se les nutre de boca a boca, ¿cómo podrían comprender? En ocasiones, es como si las palabras de Dios hubieran caído en oídos sordos: las personas no tienen la más mínima reacción, menean la cabeza y no entienden nada. ¿Cómo podría esto no ser preocupante? Esta “distante historia cultural antigua y este distante conocimiento cultural antiguo” han nutrido a un grupo tan inútil de personas. ¡La cultura antigua —preciosa herencia— es un montón de basura! ¡Hace mucho que se convirtió en una vergüenza eterna y no vale la pena mencionarla! Les ha enseñado a las personas los trucos y las técnicas de oponerse a Dios, y la “dirección ordenada y benévola” de la educación nacional ha hecho que estas sean incluso más desobedientes a Dios. Cada parte de la obra de Dios es extremadamente difícil, y cada paso de ella sobre la tierra ha resultado angustioso para Dios. ¡Qué difícil es Su obra en la tierra! Los pasos de la obra de Dios en la tierra implican gran dificultad: por la debilidad, las deficiencias, la puerilidad, la ignorancia y todo lo del hombre, Dios hace planes meticulosos y consideraciones meditadas. El hombre es como un tigre de papel al que uno no se atreve a acosar ni a provocar; al más mero toque te muerde, o cae y pierde su camino, y es como si, a la más mínima pérdida de concentración, recayera o ignorara a Dios, o corriera a sus padres cerdos y perros para disfrutar de las cosas impuras de sus cuerpos. ¡Qué gran obstáculo! Prácticamente a cada paso de Su obra, Dios se somete a la tentación y en casi cada paso Dios corre gran peligro. Sus palabras son sinceras y honestas, sin malicia; aun así ¿quién está deseoso de aceptarlas? ¿Quién está dispuesto a someterse por completo? Esto le rompe el corazón a Dios. Él se afana día y noche por el hombre; le acosa la angustia por la vida del hombre, y se compadece de su debilidad. Ha sufrido muchos giros y vueltas en cada paso de Su obra, por cada palabra que pronuncia; siempre se encuentra entre la espada y la pared, y piensa en la debilidad, la desobediencia, la puerilidad y la vulnerabilidad del hombre día y noche… una y otra vez. ¿Quién ha sabido esto? ¿En quién puede confiar Él? ¿Quién sería capaz de entender? Él siempre aborrece los pecados del hombre, su falta de resistencia, su debilidad; siempre se preocupa por su vulnerabilidad, y contempla la senda que el ser humano tiene delante, siempre, al observar las palabras y las obras del hombre, se llena de misericordia e ira, y la vista de estas cosas siempre producen dolor en Su corazón. Después de todo, los inocentes se han ido haciendo insensibles; ¿por qué tiene Dios que hacerles siempre las cosas difíciles? El hombre débil está totalmente desprovisto de perseverancia; ¿por qué debería Dios tener siempre un enfado constante hacia él? El hombre débil y sin poder ya no tiene la menor vitalidad; ¿por qué debería Dios reprenderlo siempre por su desobediencia? ¿Quién puede resistir las amenazas de Dios en el cielo? Después de todo, el hombre es frágil, y Dios, en situación desesperada, ha empujado Su enfado en lo profundo de Su corazón, de manera que el hombre pueda reflexionar pausadamente sobre sí mismo. Con todo, el hombre, quien tiene graves dificultades, no tiene la menor comprensión de la voluntad de Dios. El hombre ha sido pisoteado bajo los pies del viejo rey de los diablos; con todo, es completamente inconsciente, siempre se pone en contra de Dios, o no es caliente ni frío hacia Él. Dios ha pronunciado tantas palabras, con todo, ¿quién se las ha tomado alguna vez en serio? El hombre no entiende las palabras de Dios, pero permanece impertérrito, y sin anhelo. Nunca ha conocido de verdad la esencia del viejo diablo. Las personas viven en el Hades, en el infierno, pero creen vivir en el palacio del fondo del mar; son perseguidas por el gran dragón rojo, con todo, se creen “favorecidas” por el país. El diablo los ridiculiza, pero ellos piensan que disfrutan de la maestría superlativa de la carne. ¡Qué montón de desgraciados sucios y miserables! El hombre se ha encontrado con el infortunio, pero no lo sabe y, en esta oscura sociedad, sufre contratiempo tras contratiempo, con todo, nunca ha despertado a ello. ¿Cuándo se despojará de su autobondad y su carácter servil? ¿Por qué es tan despreocupado del corazón de Dios? ¿Consiente en silencio esta opresión y dificultad? ¿Acaso no desea que llegue el día en que pueda cambiar la oscuridad por la luz? ¿No desea remediar, una vez más, las injusticias hacia la rectitud y la verdad? ¿Está dispuesto a observar, y a no hacer nada cuando las personas reniegan de la verdad, y tergiversan los hechos? ¿Le hace feliz seguir soportando este maltrato? ¿Está dispuesto a ser un esclavo? ¿A perecer a manos de Dios junto con los esclavos de este fracasado estado? ¿Dónde está tu determinación? ¿Dónde está tu ambición? ¿Y tu dignidad? ¿Dónde está tu personalidad? ¿Tu libertad? ¿Acaso estás dispuesto a dar toda tu vida por el gran dragón rojo, el rey de los diablos? ¿Te hace feliz dejar que te torture hasta la muerte? El rostro de lo profundo es caótico y oscuro, mientras que la gente común que sufre tanta aflicción clama al cielo y se queja en la tierra. ¿Cuándo será capaz el hombre de mantener erguida su cabeza? El hombre está flaco y demacrado, ¿cómo podría contender con este diablo cruel y tirano? ¿Por qué no entrega su vida a Dios tan pronto como pueda? ¿Por qué todavía vacila? ¿Cuándo puede terminar la obra de Dios? Así, sin rumbo, intimidado y oprimido, finalmente habrá pasado toda su vida en vano; ¿por qué tiene tanta prisa por llegar, y está tan apresurado por irse? ¿Por qué no guarda algo precioso que darle a Dios? ¿Ha olvidado el milenio de odio?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (8)

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