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Palabras diarias de Dios: Revelación de la corrupción de la humanidad | Fragmento 330

306 29/09/2020

A medida que avanzas por la senda actual, ¿cuál es la modalidad de búsqueda más adecuada? Cuando buscas, ¿qué clase de persona deberías considerarte? Deberías saber cómo enfocar todo aquello que te acontece hoy, trátese de pruebas y penalidades o de un castigo y una maldición despiadados. Deberías examinarlo todo detenidamente. ¿Por qué lo digo? Lo digo porque lo que hoy te acontece son, después de todo, breves pruebas que suceden una y otra vez; quizá no las consideres muy agotadoras mentalmente, por lo que adoptas un enfoque despreocupado y no crees que esto sea una virtud valiosa en la búsqueda del progreso. ¡Qué imprudente! Resulta que imaginas que esta virtud valiosa es como una nube que flota ante tus ojos; no aprecias estos duros golpes que te llueven una y otra vez —golpes breves, pero que te parecen suaves—, sino que los consideras fríamente, sin tomártelos a pecho, como un simple bache ocasional. ¡Qué arrogante! Respecto a estos feroces ataques, similares al viento glacial y la lluvia torrencial, que recibes reiteradamente, te alegras; a veces hasta sonríes con frialdad, revelando tu indiferencia, pues jamás has pensado para tus adentros por qué sigues padeciendo semejante “fatalidad”. ¿Soy enormemente injusto con el hombre? ¿Te molesto? Aunque los problemas de tu mentalidad no sean tan graves como los he descrito, te has creado hace tiempo, mediante tu compostura externa, una imagen ideal de tu mundo interior. Es inútil que te diga que lo único que ocultas en el fondo de tu corazón es una tristeza crudamente injuriosa apenas detectable. Como te parece muy injusto haber padecido semejantes pruebas, las maldices; las pruebas te hacen sentir la desolación del mundo, por lo que estás lleno de melancolía. En vez de considerar estos golpes y esta disciplina reiterados la mejor protección, los consideras problemas sin sentido que vienen del cielo o una represalia adecuada para ti. ¡Qué ignorante! Confinas despiadadamente los buenos momentos a las tinieblas; una vez tras otra, ves las maravillosas pruebas y la disciplina como ataques de tus enemigos. No sabes adaptarte al entorno; y menos aún estás dispuesto a ello, pues no quieres aprender nada de este castigo reiterado y, para ti, cruel. No buscas ni analizas; simplemente te resignas al destino y aceptas el lugar donde te encuentres. Esos que a ti te parecen salvajes castigos no han transformado tu corazón ni lo han conquistado; por el contrario, te lo apuñalan. Ves este “cruel castigo” como poco más que tu enemigo en esta vida, y no has ganado nada. ¡Qué mojigato! Rara vez crees que padeces esas pruebas por ser tan despreciable; antes bien, te consideras muy desventurado y dices que siempre te estoy molestando. A día de hoy, ¿cuánto conocimiento tienes de verdad de lo que digo y hago? No te creas un talento natural, alguien un poco por debajo del cielo pero muy por encima de la tierra. No eres más listo que nadie y hasta podría decirse que eres más adorablemente imbécil que cualquiera de las personas que poseen la razón en la tierra, pues te crees el ombligo del mundo y jamás has tenido sensación de inferioridad; pareces percibir Mis actos con la misma nitidez que cada hoja que cae en otoño. De hecho, eres una persona fundamentalmente carente de raciocinio, ya que no tienes ni idea de lo que haré, y menos todavía de lo que estoy haciendo ahora. Por eso digo que ni siquiera eres como un agricultor que labra la tierra, un agricultor sin la más mínima idea de la vida humana y que, sin embargo, depende de las bendiciones del cielo cuando cultiva la tierra. Ni por un segundo piensas en tu vida, no sabes nada notorio, y ni mucho menos tienes autoconocimiento. ¡Qué “elevado” eres!

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que no aprenden y siguen siendo ignorantes, ¿acaso no son unas bestias?

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