Pedro fue un hombre que fue perfeccionado. Sólo después de experimentar el castigo y el juicio y obteniendo, por tanto, un amor puro hacia Dios, fue cuando él estuvo totalmente perfeccionado; la senda por la que él caminó fue la del perfeccionamiento. Es decir que desde el principio, Pedro transitó por la senda correcta y su motivación para creer en Dios fue la adecuada y, por tanto, pasó a ser alguien que fue perfeccionado. Pedro anduvo por una nueva senda por la que el hombre nunca había caminado, mientras que Pablo caminó desde el principio por el camino de la oposición a Cristo, y sólo pudo obrar para Cristo durante varias décadas, gracias a que el Espíritu Santo quiso usarlo y aprovechar sus dones y todos sus méritos para Su obra. Fue simplemente alguien utilizado por el Espíritu Santo; no fue usado porque Jesús viera su humanidad con buenos ojos, sino debido a sus dones. Pablo pudo trabajar para Jesús porque fue derribado, no porque él se sintiera feliz de hacerlo. El esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo hicieron posible que él realizara dicha obra, la cual no representa en absoluto su búsqueda ni su humanidad. La obra de Pablo representa la de un siervo, es decir, la de un apóstol. Pedro, sin embargo, fue diferente: él también hizo alguna obra, pero no tan grande como la de Pablo; Pedro trabajó en medio de la búsqueda de su propia entrada y su obra fue distinta a la de Pablo. La obra de Pedro fue el cumplimiento del deber de una criatura de Dios. Él no obró en el rol de apóstol, sino en el transcurso de su propia búsqueda del amor a Dios. El curso de la obra de Pablo también contenía su búsqueda personal, pero esta sólo era por el bien de sus esperanzas para el futuro y su deseo de un buen destino. Él no aceptó el refinamiento durante su obra ni tampoco aceptó poda ni trato. Él creía que mientras la obra que él llevaba a cabo satisficiera el deseo de Dios y que mientras todo lo que hacía le agradara a Dios, finalmente le esperaría una recompensa. No hubo experiencias personales en su obra; todo fue por causa de la obra y no se llevó a cabo en medio de su búsqueda de un cambio. Todo en su obra fue una transacción, no contenía nada sobre el deber ni la sumisión de una criatura de Dios. Durante el transcurso de su obra no se produjeron cambios en el viejo carácter de Pablo. Su obra fue, sencillamente, de servicio a los demás y fue incapaz de producir cambios en su carácter. Pablo llevó a cabo su obra de forma directa sin haber sido perfeccionado ni tratado y su motivación era la recompensa. Pedro fue diferente: había pasado por la poda, el trato y el refinamiento. El objetivo y la motivación de su obra fueron fundamentalmente diferentes a los de Pablo. Aunque Pedro no realizó una gran cantidad de obra, su carácter sufrió muchos cambios y lo que buscaba era la verdad y un cambio real. No llevaba a cabo su obra tan sólo por el bien de la obra misma. Aunque Pablo realizó mucha obra, fue toda del Espíritu Santo y aunque él colaboró con su realización, no la experimentó. Que Pedro haya obrado menos, sólo se debió a que el Espíritu Santo no realizó tanta obra a través de él. La cantidad de obra que ambos realizaron no determinó su perfeccionamiento; la búsqueda de uno fue para recibir recompensas y la del otro fue para lograr un amor supremo a Dios y cumplir con su deber como criatura de Dios, hasta el punto de poder vivir una imagen hermosa que satisficiera el deseo de Dios. Externamente eran diferentes, y también lo eran sus esencias. No puedes determinar cuál de ellos fue perfeccionado en base a la cantidad de obra que realizaron. Pedro buscó vivir la imagen de alguien que ama a Dios, ser alguien que obedecía a Dios, ser alguien que aceptaba el trato y la poda y ser alguien que cumplía con su deber como criatura de Dios. Él fue capaz de entregarse a Dios, de poner todo su ser en Sus manos y de obedecerle hasta la muerte. Eso fue lo que él decidió a hacer y, además, fue lo que logró. Esta es la razón fundamental por la que su final fue diferente al de Pablo. La obra que el Espíritu Santo llevó a cabo en Pedro fue la de perfeccionarlo y la obra que el Espíritu Santo realizó en Pablo fue la de usarlo. Esto se debe a que sus naturalezas y sus opiniones respecto a la búsqueda no eran las mismas. Ambos tuvieron la obra del Espíritu Santo. Pedro aplicó esta obra en sí mismo y también la proveyó a otros; Pablo, entretanto, sólo proveyó la totalidad de la obra del Espíritu Santo a otros y no obtuvo nada de la misma para sí mismo. De esta forma, después de haber experimentado la obra del Espíritu Santo durante tantos años, los cambios en Pablo fueron casi inexistentes. Él siguió prácticamente en su estado natural y continuó siendo el Pablo de antes. Fue tan sólo después de haber soportado las dificultades de muchos años de obra, que había aprendido cómo trabajar, y a resistir, pero su vieja naturaleza —su naturaleza altamente competitiva y mercenaria— siguió siendo la misma. Después de haber obrado durante tantos años, no conoció su carácter corrupto ni se había librado de su viejo carácter, algo que seguía siendo claramente visible en su obra. En él sólo había más experiencia de obrar, pero esa poca experiencia fue incapaz de cambiarlo por sí sola y no pudo alterar sus opiniones sobre la existencia o el sentido de su búsqueda. Aunque trabajó muchos años para Cristo y nunca más persiguió al Señor Jesús, en su corazón no hubo cambio alguno en su conocimiento de Dios. Lo que significa que él no obró con el fin de entregarse a Dios, sino que, en su lugar, se vio obligado a hacerlo en aras de su destino futuro. Y es que, al principio, persiguió a Cristo y no se sometió a Él; inherentemente él era un rebelde que se opuso deliberadamente a Cristo y alguien sin conocimiento de la obra del Espíritu Santo. Al concluir su obra, seguía sin conocerla y se limitaba a actuar por su propia cuenta según su propia naturaleza, sin prestar la más mínima atención a la voluntad del Espíritu Santo. Así pues, su naturaleza estaba enemistada con Cristo y no obedecía la verdad. ¿Cómo podría ser salvado alguien como él, abandonado por la obra del Espíritu Santo, que no conocía la obra del Espíritu Santo y que, además, se oponía a Cristo? Si una persona puede o no ser salvada no depende de cuánta obra realice ni de cuánto se entregue, más bien está determinado por su conocimiento o desconocimiento de la obra del Espíritu Santo, por si pone o no en práctica la verdad y por si sus opiniones respecto a la búsqueda están en conformidad con la verdad.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine