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Palabras diarias de Dios: La aparición y la obra de Dios | Fragmento 70

1,338 08/08/2020

Durante varios milenios, el hombre ha anhelado poder presenciar la llegada del Salvador. El hombre ha anhelado contemplar a Jesús el Salvador montado en una nube blanca mientras desciende, en persona, entre aquellos que lo han añorado y anhelado durante miles de años. El hombre ha deseado también que el Salvador regrese y se reúna con ellos; es decir, deseó que Jesús el Salvador, que ha estado separado de la gente miles de años, regrese y lleve a cabo una vez más la obra de redención que Él hizo entre los judíos, que sea compasivo y amoroso con los hombres, que perdone sus pecados y cargue con ellos e incluso que cargue con todas las transgresiones del hombre y lo libre del pecado. Lo que el hombre anhela es que Jesús el Salvador sea el mismo que antes, un Salvador que sea adorable, amable y venerable, que nunca esté airado con el hombre ni le haga reproches, sino que perdone y soporte todos los pecados del hombre y que incluso, como antes, muera en la cruz una vez más por el hombre. Desde que Jesús se marchó, los discípulos que lo siguieron, además de todos los santos que fueron salvos en Su nombre, lo han estado añorando y esperando desesperadamente. Todos aquellos que fueron salvos por la gracia de Jesucristo durante la Era de la Gracia han estado anhelando ese día exultante en el último día, cuando Jesús el Salvador descienda sobre una nube blanca para aparecerse ante todas las personas. Por supuesto, este también es el deseo colectivo de todos aquellos que aceptan el nombre de Jesús el Salvador en el presente. Todo aquel en el universo que sabe de la salvación de Jesús el Salvador ha estado anhelando desesperadamente que Jesucristo llegue repentinamente para cumplir lo que dijo cuando estuvo en la tierra: “Llegaré tal como me fui”. El hombre cree que, después de la crucifixión y la resurrección, Jesús volvió al cielo sobre una nube blanca para ocupar Su lugar a la diestra del Altísimo. De forma parecida, Jesús descenderá de nuevo sobre una nube blanca (esta nube se refiere a la nube sobre la que Jesús cabalgó cuando regresó al cielo) entre aquellos que lo han anhelado desesperadamente durante miles de años, y Él tendrá la imagen y vestimenta de los judíos. Después de aparecerse al hombre, Él le concederá comida y hará que el agua viva brote para él y vivirá en medio de él, lleno de gracia y lleno de amor, vívido y real. Todas esas nociones son lo que cree la gente. Sin embargo, Jesús el Salvador no hizo esto; hizo lo contrario de lo que el hombre concibió. No llegó entre los que habían anhelado Su regreso ni se les apareció a todos los pueblos mientras cabalgaba sobre la nube blanca. Él ya ha llegado, pero el hombre no lo conoce y sigue siendo ignorante de Él. El hombre solamente está esperándolo sin propósito, sin darse cuenta de que Él ya ha descendido sobre una “nube blanca” (la nube que es Su Espíritu, Sus palabras, todo Su carácter y todo lo que Él es) y está ahora entre un grupo de vencedores que Él formará durante los últimos días. El hombre no sabe esto: a pesar de todo el afecto y amor que el santo Salvador Jesús tiene hacia el hombre, ¿cómo puede obrar en esos “templos” habitados por la inmundicia y los espíritus inmundos? Aunque el hombre ha estado esperando Su llegada, ¿cómo podría Él aparecer a aquellos que comen la carne de los injustos, que beben la sangre de los injustos y visten las ropas de los injustos, que creen en Él, pero que no lo conocen y que constantemente lo chantajean? El hombre solo sabe que Jesús el Salvador está lleno de amor y rebosante de compasión y que Él es la ofrenda por el pecado, llena de redención. Sin embargo, el hombre no tiene idea de que Él es Dios mismo, que rebosa de justicia, majestad, ira y juicio, que está dotado de autoridad y lleno de dignidad. Por tanto, aunque el hombre ansiosamente anhela y ansía el regreso del Redentor, y hasta sus oraciones conmueven al cielo, Jesús el Salvador no se aparece a quienes creen en Él, pero no lo conocen.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El Salvador ya ha regresado sobre una “nube blanca”

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