Dios quería que el hombre se le acercara,
que fuese Su familia y no lo evitara.
Así que tras Su resurrección,
Jesús apareció en la carne y comió y bebió con el hombre.
Dios ve al hombre como Su familia,
quiere ser el más querido por la humanidad.
Así Dios puede ganarse al hombre,
que puede amar y adorar a Dios.
La obra y las palabras de Jesús tras resucitar
contenían Sus pensamientos sinceros,
estaban llenas de Su amor por el hombre y del cariño,
por Su relación con el hombre cuando Él estaba encarnado,
llenas de Su añoranza de los días
comiendo y viviendo juntos
con Sus seguidores cuando Él estaba encarnado.
Dios nunca quiso que el hombre se sintiera lejos de Él,
ni que la humanidad se alejase de Él.
No quiso que el hombre sintiera que Jesús, tras Su resurrección,
ya no era el Señor tan cercano a Su pueblo,
ni que Jesús había regresado al Padre,
a quien nunca podrían ver ni tocar,
ni que el hombre sintiera que Su estatus era distinto.
Cuando Dios ve a personas que quieren seguirlo,
pero se mantienen alejadas de Él,
lo afligen sus corazones distantes,
que serán difíciles de ganar.
Jesús hizo sentir al hombre
que el Señor no había cambiado.
Aunque fue crucificado, resucitó;
nunca se alejó de la humanidad.
Había regresado con los humanos.
Nada de Él había cambiado.
Hizo que el hombre se sintiera tranquilo y feliz
de haberlo recuperado.
Confiaron en Él sin temor y admiraron
a este Hijo del hombre que perdonaba sus pecados.
Oraron a Jesús sin dudarlo
por Su gracia y Sus bendiciones,
Su paz, alegría, cariño y Su protección.
de Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos