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Palabras diarias de Dios: La encarnación | Fragmento 114 Palabras diarias de Dios: La encarnación | Fragmento 114
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Palabras diarias de Dios: La encarnación | Fragmento 114

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Dios se hace carne únicamente para guiar la era y poner en marcha una nueva obra. Es necesario que entendáis este punto. Esto es muy diferente de la función del hombre y las dos cosas no pueden mencionarse en conjunto. El hombre necesita ser cultivado y perfeccionado por un largo período de tiempo antes de que pueda ser usado para llevar a cabo la obra, y el tipo de humanidad que se necesita es de un orden especialmente elevado. El hombre no sólo debe ser capaz de mantener el sentido de humanidad normal, sino que además debe entender muchos de los principios y de las reglas que rigen su conducta en relación con los demás y, adicionalmente, se debe comprometer a estudiar aún más sobre la sabiduría y el conocimiento ético del hombre. Esto es lo que se le debe proveer al hombre. Sin embargo, esto no es así para que Dios se haga carne porque Su obra ni representa al hombre ni es la obra del hombre; es, más bien, una expresión directa de Su ser y una implementación directa de la obra que Él debe hacer. (Naturalmente, Su obra se lleva a cabo en el momento apropiado, no casualmente ni al azar, y se inicia cuando sea el momento de cumplir con Su ministerio). Él no participa en la vida del hombre o en la obra del hombre, es decir, Su humanidad no está provista de ninguno de estos (aunque esto no afecta Su obra). Él sólo cumple Su ministerio cuando es hora de que lo haga; cualquiera que sea Su estatus, Él simplemente sigue adelante con la obra que debe hacer. Cualquier cosa que el hombre sepa de Él y cualquiera sea la opinión que el hombre tenga de Él, Su obra no se ve afectada en su totalidad. Por ejemplo, cuando Jesús llevó a cabo Su obra, nadie sabía con exactitud quién era Él, sino que Él simplemente siguió adelante en Su obra. Nada de esto le impidió llevar a cabo la obra que debía realizar. Por lo tanto, al principio Él no confesó ni proclamó Su propia identidad y simplemente hizo que el hombre lo siguiera. Naturalmente, esto no fue sólo la humildad de Dios, sino también fue la manera en la que Dios obró en la carne. Él sólo podía obrar de esta manera porque el hombre no tenía manera de reconocerlo a simple vista. Y aunque el hombre lo hubiera reconocido, no habría sido capaz de ayudarlo en Su obra. Además, Él no se hizo carne para que el hombre llegara a conocer Su carne; lo hizo para llevar a cabo la obra y cumplir Su ministerio. Por esta razón, no le dio importancia a hacer pública Su identidad. Cuando Él hubo completado toda la obra que debía hacer, toda Su identidad y estatus de manera natural se volvieron claros para el hombre. Dios hecho carne guarda silencio y nunca hace ninguna proclamación. No le hace caso ni al hombre ni a cómo el hombre se las está arreglando para seguirlo, sino que simplemente sigue adelante con el cumplimiento de Su ministerio y en llevar a cabo la obra que debe realizar. Nadie puede interponerse en Su obra. Cuando llegue el momento de que Él concluya Su obra, sin falta esta será concluida y llevada a su final, y nadie podrá dictar lo contrario. Sólo después de que Él se aparte del hombre al terminar Su obra, el hombre entenderá la obra que Él realiza, aunque todavía no con entera claridad. Y pasará mucho tiempo antes de que el hombre entienda completamente la intención con la cual Él primero llevó a cabo Su obra. En otras palabras, la obra de la era del Dios encarnado se divide en dos partes: una parte consiste en la obra que realiza la carne encarnada de Dios mismo y en las palabras que habla la carne encarnada de Dios mismo. Una vez que el ministerio de Su carne se haya cumplido totalmente, la otra parte de la obra queda pendiente de ser llevada a cabo por aquellos usados por el Espíritu Santo. Es en este momento que el hombre debe cumplir con su función porque Dios ya ha abierto el camino y necesita ser transitado por el hombre mismo. Es decir, Dios hecho carne lleva a cabo una parte de la obra y luego el Espíritu Santo y aquellos usados por el Espíritu Santo lo sucederán para completarla. Por lo tanto, el hombre debe saber en qué consiste la obra que se debe llevar a cabo principalmente por Dios hecho carne en esta etapa, y debe entender exactamente cuál es el significado de que Dios se haga carne y cuál es la obra que Él debe hacer, y no hacer exigencias a Dios de acuerdo a las exigencias hechas al hombre. Aquí es donde radica el error del hombre, su noción y, aún más, su desobediencia.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (3)

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