Nombres de Dios y sus significados: El nombre de Dios era Jehová, ¿por qué también se llamaba Jesús?
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- ¿Por qué el nombre Jehová se convirtió en Jesús?
- “Para siempre” significa que la esencia y carácter de Dios nunca cambiará, no que nunca cambiará su nombre
- ¿Por qué se llama a Dios por diferentes nombres en las diferentes eras y cuál es el significado del nombre de Dios?
Jehová Dios nos dice claramente en el Antiguo Testamento: “Yo, incluso Yo, soy Jehová; y fuera de mí no hay Salvador” (Isaías 43:11). “Jehová […] es mi nombre para siempre y este es mi recordatorio para todas las generaciones” (Éxodo 3:15).
Y, sin embargo, en el Nuevo Testamento dice: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12). “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). Dice en el Antiguo Testamento que sólo Jehová es el nombre de Dios y así será para siempre. Sin embargo, en el Nuevo Testamento dice que uno sólo puede ser salvado por el nombre de Jesús. Puesto que el nombre de Dios, Jehová en la Era de la Ley, iba a ser Su nombre para siempre, entonces ¿por qué a Dios se le llamaba Jesús en la Era de la Gracia? ¿Cómo debemos entender las palabras “para siempre” que aparecen la Biblia? ¿Qué verdades y misterios se esconden detrás de los nombres de Dios? Hablemos sobre ello.
¿Por qué el nombre Jehová se convirtió en Jesús?
En la Biblia está claramente registrado que el nombre Jehová duraría para siempre y para todas las generaciones. Pero cuando el Señor Jesús vino a realizar Su obra de redención, el nombre de Jehová ya no se mencionó más. Todos oraron e invocaron el nombre del Señor Jesús y santificaron el nombre de Jesús. A nosotros nos parece que hay una contradicción entre estas diferentes partes de la Biblia, pero en realidad no la hay. Esto se debe a que las palabras “de generación en generación” y “para siempre” pronunciadas por Dios se referían a la obra de aquella era. Mientras la obra de Dios de esa era no estuviera completa, Su nombre en esa era no cambiaría, y todos los que seguían a Dios tenían que aferrarse al nombre de Dios en esa era. Sólo así podían obtener la obra del Espíritu Santo y vivir bajo el cuidado y protección de Dios. Pero cuando Dios comenzó una nueva era y una nueva obra, el nombre de Dios también cambió. Cuando esto sucedió, las personas pudieron obtener la aprobación de Dios y la obra del Espíritu Santo sólo con aceptar el nuevo nombre de Dios y orar con Su nuevo nombre. En la Era de la Ley, por ejemplo, el nombre de Dios era Jehová, y al mantener el nombre de Jehová y adherirse a las leyes y mandamientos proclamados por Jehová, la gente podía entonces recibir las bendiciones y la misericordia de Dios. Sin embargo, cuando el Señor Jesús vino a realizar Su obra, comenzó la Era de la Gracia y finalizó la Era de la Ley, y si la gente seguía manteniendo el nombre de Jehová y rehusaba aceptar el nombre del Señor Jesús, entonces eran detestados y rechazados por el Espíritu Santo y vivían en tinieblas. Aquellos que aceptaron a Jesús como su Salvador y oraron e invocaron el nombre de Jesús, como Pedro, Mateo y la mujer samaritana, obtuvieron la obra del Espíritu Santo y alcanzaron la salvación del Señor. Evidentemente, el nombre de Dios no es inmutable, sino que cambia a medida que lo hace la obra de Dios.
“Para siempre” significa que la esencia y carácter de Dios nunca cambiará, no que nunca cambiará su nombre
Tal vez algunas personas todavía se sientan algo confusas y se pregunten por qué cambia el nombre de Dios si en la Biblia dice: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos”. Vamos a comunicar ahora cómo entender las palabras “por los siglos” escritas en la Biblia. En realidad, “por los siglos” significa que la esencia y carácter de Dios es inmutable; no significa que el nombre de Dios no cambiará nunca. Las palabras de Dios dicen: “Están aquellos que dicen que Dios es inmutable. Eso es correcto, pero se refiere a la inmutabilidad del carácter y la esencia de Dios. Los cambios en Su nombre y obra no demuestran que Su esencia se haya alterado; en otras palabras, Dios siempre será Dios, y esto nunca cambiará. […] Si la obra de Dios nunca cambió, ¿podría haber traído a la humanidad hasta hoy? Si Dios es inmutable, ¿por qué ha hecho ya la obra de dos eras? […] Dios no es tan simple como el hombre imagina, y Su obra no puede detenerse en una era. Jehová, por ejemplo, no puede representar siempre el nombre de Dios; Él también puede hacer Su obra bajo el nombre de Jesús, que es un símbolo de cómo la obra de Dios siempre progresa hacia adelante” (“La visión de la obra de Dios (3)”). “Dios siempre será Dios, y nunca se volverá Satanás; Satanás siempre será Satanás, y nunca se volverá Dios. La sabiduría, lo maravilloso, la justicia, y la majestad de Dios nunca cambiarán. Su esencia y lo que Él tiene y es nunca cambiarán. Sin embargo, Su obra siempre está progresando hacia adelante, y siempre va profundizando, porque Él siempre es nuevo y nunca viejo. En cada era Dios adopta un nuevo nombre, hace una obra nueva, y permite a Sus criaturas ver Su nueva voluntad y nuevo carácter” (“La visión de la obra de Dios (3)”).
Dios es siempre nuevo y nunca viejo, Su obra avanza y Su nombre cambia a medida que Su obra cambia. Pero no importa cómo cambie la obra o el nombre de Dios, Dios siempre será Dios, y Su carácter y esencia nunca cambiarán. El nombre de Dios en la Era de la Ley era Jehová, y Su nombre era Jesús en la Era de la Gracia, pero da igual que cambie Su nombre, pues este sólo cambia para poder salvar a la humanidad. No cambia ni el propósito de Dios de gestionar a la humanidad ni Su esencia, es sólo un único Dios que realiza Su obra. Sin embargo, los fariseos de entonces no entendieron que el nombre de Dios había cambiado con la nueva era y la transformación de la obra de Dios, y se aferraron a la afirmación de que “Sólo Jehová es Dios y no hay otro Salvador aparte de Jehová”. Creían que sólo Jehová era su Dios, su Salvador, así que, finalmente, cuando Dios vino a realizar Su obra de redención usando el nombre de Jesús, no buscaron descubrir si las palabras dichas por el Señor Jesús eran expresiones de la verdad o si la obra que el Señor Jesús realizaba era obra del mismo Dios, sino que se basaron en su naturaleza arrogante y se aferraron obstinadamente a sus propias ideas erróneas, creyendo que si alguien no se llamaba Mesías, entonces Él no podía ser Dios. Y así, condenaron y se resistieron frenéticamente al Señor Jesús y finalmente lo crucificaron en la cruz. Al hacer esto, cometieron un pecado atroz y por tanto fueron maldecidos y castigados por Dios. En la lección del fracaso de los fariseos vemos que, si no entendemos el significado de que Dios cambie su nombre en la diferentes eras y negamos la esencia de Dios y que todo es obra de un solo Dios, simplemente porque Dios realiza una nueva obra y tiene un nuevo nombre, entonces seremos capaces de oponernos a Dios y cometer actos que ofenden el carácter de Dios.
¿Por qué se llama a Dios por diferentes nombres en las diferentes eras y cuál es el significado del nombre de Dios?
El nombre de Dios surge realmente debido a Su obra para salvar a la humanidad. Al salvar a la humanidad, Dios realiza diferentes obras y expresa un carácter diferente de acuerdo a las necesidades de Su obra y dependiendo de la era, y Su nombre cambia con ella. Para decirlo de otra manera, un nombre representa una era y representa una etapa de la obra de Dios y el carácter que Él expresa en esa edad; Dios usa Su nombre para cambiar y reemplazar las eras. Como dicen las palabras de Dios: “¿Por qué son Jehová y Jesús uno, pero se les llama por nombres diferentes en eras diferentes? ¿Acaso no es porque las eras de Su obra son distintas? ¿Podría un solo nombre representar a Dios en Su totalidad? Siendo esto así, se debe llamar a Dios por un nombre diferente en una era diferente y Él debe usar el nombre para cambiar la era y representarla. Porque ningún nombre puede representar totalmente a Dios mismo y cada nombre sólo puede representar el aspecto temporal del carácter de Dios en una era dada; todo lo que necesita hacer es representar Su obra. Por tanto, Dios puede escoger cualquier nombre que encaje con Su carácter para representar a toda la era” (“La visión de la obra de Dios (3)”). “Una palabra o nombre particular no tendría poder para representar a Dios en Su totalidad. ¿Puede Él, por tanto, adoptar un nombre fijo? Dios es tan grande y tan santo, ¿por qué no le permites cambiar Su nombre cada nueva era? Por ello, en cada era que Dios realiza, personalmente, Su propia obra, usa un nombre que encaje con la era para condensar la obra que hace. Él usa este nombre particular, uno que posee una importancia temporal, para representar Su carácter en dicha era. Este es Dios que usa el lenguaje de la humanidad para expresar Su propio carácter. […] Deberías saber que, originalmente, Dios no tenía nombre. Sólo adoptó uno, dos, o muchos, porque tenía una obra que hacer y tenía que gestionar a la humanidad” (“La visión de la obra de Dios (3)”).
Veamos ahora la importancia de que Dios tome el nombre de Jehová. Las palabras de Dios dicen: “‘Jehová’ es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo y guiar su vida. Significa el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría. […] El nombre de Jehová es un nombre particular para el pueblo de Israel que vivía bajo la ley. […] ‘Jehová’ representa la Era de la Ley y es el título honorífico para el Dios adorado por el pueblo de Israel” (“El Salvador ya ha regresado sobre una ‘nube blanca’”). “Jehová” es el nombre que Dios tomó cuando realizó Su obra en la Era de la Ley, y representa el carácter majestuoso, iracundo, maldito y misericordioso de Dios. La gente de ese tiempo no sabía cómo adorar a Dios ni cómo llevar sus vidas en la tierra. Aunque hacían cosas que eran malvadas a ojos de Dios, eran totalmente ajenas a ello y así, Dios, a través de Moisés, proclamó leyes y mandamientos para guiar a la humanidad en su vida en la tierra. Él requirió que el hombre se adhiriera estrictamente a las leyes y mandamientos, y les hizo saber cómo adorar a Dios y lo que era bueno y pecaminoso. Si la gente guardaba las leyes y los mandamientos, entonces podían obtener la gracia y las bendiciones de Jehová; si violaban las leyes y los mandamientos, entonces eran consumidos por el fuego celestial o apedreados hasta la muerte. Bajo la guía de Jehová, el pueblo de Israel honró las leyes y exaltó el nombre de Jehová, y fueron continuamente bendecidos y guiados por Dios durante miles de años.
El nombre de Dios cambió a Jesús en la Era de la Gracia, y en ello hay también un significado profundo. Las palabras de Dios dicen: “‘Jesús’ es Emanuel y significa la ofrenda por el pecado que está llena de amor, de compasión y que redime al hombre. Él hizo la obra de la Era de la Gracia y representa la Era de la Gracia […]. El nombre de Jesús existió para permitir que las personas de la Era de la Gracia nacieran de nuevo y fueran salvas, y es un nombre particular para la redención de toda la humanidad” (“El Salvador ya ha regresado sobre una ‘nube blanca’”). Al final de la Era de la Ley, la humanidad estaba cada vez más corrompida por Satanás. Ya no guardaban las leyes, ninguna ofrenda por el pecado que pudieran hacer era suficiente para expiar sus pecados y se enfrentaban al peligro de ser condenados y sentenciados a muerte en cualquier momento por no cumplir las leyes. Para absolver los pecados del hombre y permitirle seguir viviendo, Dios se encarnó en el mundo como el Hijo del hombre y tomó el nombre de Jesús para realizar una etapa de obra de redención y expresar un carácter que priorizaba el amor y la misericordia. El Señor Jesús fue crucificado en la cruz por amor a la humanidad, tomando los pecados de la humanidad y convirtiéndose en una ofrenda por el pecado de la humanidad. Mientras aceptemos al Señor Jesús como nuestro Salvador y oremos, confesemos y nos arrepintamos en el nombre del Señor Jesús, entonces nuestros pecados serán perdonados, nuestros espíritus se volverán pacíficos y tranquilos y seremos capaces de disfrutar de la gracia y las bendiciones que el Señor nos ha otorgado.
Con esto, podemos ver que cada uno de los nombres de Dios representa la obra que realiza Dios y el carácter que Él expresa en esa era en particular. Cuando Dios realiza una nueva obra de acuerdo a las necesidades de la humanidad, el nombre de Dios cambia junto con él y, sólo aceptando Su nuevo nombre podemos alcanzar la salvación de Dios. En la Era de la Gracia, por ejemplo, si Dios hubiera venido con el nombre de Jehová y no el de Jesús, entonces la obra de Dios habría permanecido atascada en la Era de la Ley. La gente no habría podido aceptar la redención del Señor Jesús y los israelitas de entonces habrían sido castigados y maldecidos por Dios por incumplir las leyes.
Ahora es el fin de los últimos días, y todos los hermanos y hermanas anhelan fervientemente la segunda venida del Señor Jesús, esperan que el Señor los arrebate y los acoja en el reino de los cielos. El Señor Jesús nos dijo claramente: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12–13). Y en los capítulos 2 y 3 del Apocalpisis, se profetiza muchas veces que: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Y en el capítulo 1, versículo 5 de la primera epístola de Pedro dice: “Que sois protegidos por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo”. En estos versículos podemos ver que el Señor tiene más que decir cuando regrese en los últimos días, y que nos capacitará para entender todas las verdades y alcanzar la salvación de Dios en los últimos días. Entonces, cuando el Señor Jesús regrese y aparezca en los últimos días para realizar Su obra, esta cambiará, pero ¿cambiará también Su nombre? ¿Se seguirá llamando Jesús cuando regrese? Está profetizado en el Apocalipsis que: “Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo” (Apocalipsis 3:12). Este pasaje de las Escrituras dice que Dios tendrá un nombre nuevo cuando regrese en los últimos días y, viendo que tendrá un nombre nuevo, entonces ya no se le llamará Jesús. Esto requiere que tengamos un corazón temeroso de Dios, y cuando Dios viene a hacer Su nueva obra y tiene un nuevo nombre, debemos buscar con la mente abierta y estudiar concienzudamente, y no delimitar el nombre de Dios con nuestros propias ideas e imaginaciones equivocadas. Sólo así tendremos la oportunidad de acoger el regreso del Señor.
Demos gracias a la iluminación y guía de Dios, y que todos los hermanos y hermanas que anhelan y buscan la aparición de Dios se reúnan pronto con el Señor.
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