Cuando Dios lleva a cabo Su obra, Él no viene a participar en ninguna construcción o movimiento, sino a cumplir Su ministerio. Cada vez que se hace carne, es sólo para lograr una etapa de la obra e inaugurar una nueva era. Ahora ha llegado la Era del Reino y el entrenamiento para el reino. Esta etapa de la obra no es la obra del hombre, y no es para obrar al hombre hasta un grado determinado, pero es sólo para terminar una porción de la obra de Dios. Lo que Él hace no es la obra del hombre, no es para lograr un cierto resultado al obrar al hombre antes de partir de la tierra; es para cumplir Su ministerio y para terminar la obra que debe hacer, que es hacer los arreglos apropiados para Su obra en la tierra y así ser glorificado. La obra del Dios encarnado es diferente a la de las personas usadas por el Espíritu Santo. Cuando Dios viene a hacer Su obra en la tierra, sólo se preocupa por el cumplimiento de Su ministerio. En cuanto a todos los demás asuntos que no se relacionan con Su ministerio, Él casi no toma parte en ellos, incluso hasta el punto de hacerse de la vista gorda. Él simplemente lleva a cabo la obra que debe realizar y, menos aún, está preocupado por la obra que el hombre debe llevar a cabo. La obra que Él hace es únicamente la que pertenece a la era en la que se encuentra y al ministerio que Él debe cumplir, como si todos los demás asuntos estuvieran fuera de Su alcance. Él no se proporciona más conocimiento básico acerca de vivir como parte de la humanidad, ni aprende más habilidades sociales, ni se equipa con alguna otra cosa que el hombre entienda. Todo lo que el hombre debe poseer no le concierne en absoluto y Él simplemente hace la obra que es Su deber realizar. Y así, como el hombre lo ve, el Dios encarnado es deficiente en tanto que ni siquiera presta atención a muchas de las cosas que el hombre debe poseer y, no tiene entendimiento alguno de tales asuntos. Cosas como el conocimiento común sobre la vida, así como los principios que rigen la conducta personal y la interacción con otros, parecen no tener ninguna relación con Él. Pero tú simplemente no puedes detectar del Dios encarnado el más mínimo indicio de anormalidad. Es decir, Su humanidad sólo mantiene Su vida como una persona normal y el razonamiento normal de Su cerebro, que le da la habilidad para discernir entre el bien y el mal. Sin embargo, Él no está provisto con nada más, todo lo cual es lo que el hombre (los seres creados) sólo debe poseer. Dios se hace carne sólo para cumplir Su propio ministerio. Su obra está dirigida a una era completa, no a una persona o lugar en particular, sino a todo el universo. Esta es la dirección de Su obra y el principio por el cual Él obra. Nadie puede alterar esto y el hombre no tiene forma de involucrarse en ello. Cada vez que Dios se hace carne, trae consigo la obra de esa era y no tiene intención alguna de vivir junto a los hombres por veinte, treinta, cuarenta o hasta setenta u ochenta años, con el fin de que ellos lo puedan entender mejor y obtener una profunda percepción de Él. ¡No hay necesidad de eso! Hacerlo así de ninguna manera profundizaría el conocimiento que el hombre tiene del carácter inherente de Dios; en cambio, sólo aumentaría sus nociones y haría que sus nociones y pensamientos se fosilizaran. Por lo que les corresponde a todos vosotros entender exactamente cuál es la obra del Dios encarnado. ¿Seguramente no podéis fallar en haber entendido las palabras que os hablé: “No ha sido para experimentar la vida de un hombre normal que Yo he venido”? ¿Habéis olvidado las palabras: “Dios no viene a la tierra a vivir la vida de un ser humano normal”? No entendéis el propósito de Dios en hacerse carne, ni conocéis el significado de: “¿Cómo podría Dios venir a la tierra con la intención de experimentar la vida de un ser creado?”. Dios viene a la tierra únicamente para terminar Su obra, por lo que Su obra en la tierra es de corta duración. Él no viene a la tierra con la intención de hacer que el Espíritu de Dios cultive Su cuerpo carnal en un ser humano superior que guiará la iglesia. Cuando Dios viene a la tierra, es la Palabra haciéndose carne; el hombre, sin embargo, no sabe de Su obra y le atribuye cosas por la fuerza. Pero todos vosotros os debéis daros cuenta de que Dios es la “Palabra hecha carne”, no un cuerpo carnal que ha sido cultivado por el Espíritu de Dios para asumir el papel de Dios por el momento. Dios mismo no es el producto de ser cultivado, sino que es la Palabra hecha carne y hoy Él oficialmente lleva a cabo Su obra entre todos vosotros. Todos vosotros sabéis y reconocéis que la encarnación de Dios es una verdad fáctica, sin embargo, hacéis como si la entendierais. Desde la obra del Dios encarnado hasta el significado y la esencia de Su encarnación, sois incapaces de captar estas cosas en lo más mínimo y sólo seguís a otros en recitar sin pensar palabras de memoria. ¿Crees que el Dios encarnado es como lo imaginas?
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (3)