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Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso (Parte 1) Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso (Parte 1)
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Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso (Parte 1)

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El hombre entiende un poco de la obra de hoy y de la del futuro, pero no comprende el destino al que entrará la humanidad. Como criatura, debería realizar el deber de una criatura: el hombre debería seguir a Dios en todo lo que Él hace, y vosotros deberíais proceder en cualquier forma que Yo os digo que lo hagáis. No tienes forma de tomar las disposiciones por ti mismo, y eres incapaz de controlarte; todo debe quedar a la misericordia de Dios y todo está controlado por Sus manos. Si Su obra le proveyera al hombre un fin, un destino maravilloso antes de tiempo, y si Dios usara esto para incitar al hombre y hacer que este lo siguiera —si hiciera un trato con el ser humano—, esto no sería una conquista ni tampoco la obra de la vida del hombre. Si Dios tuviera que usar el fin para controlar al hombre y ganar su corazón, en esto no estaría perfeccionando al ser humano ni tampoco lograría ganarlo, sino que estaría usando el destino para controlarlo. Nada le preocupa al hombre más que el fin futuro, el destino final y si se puede esperar algo bueno o no. Si se le diera una hermosa esperanza durante la obra de conquista y si, antes de esta se le otorgara un destino adecuado que perseguir, no sólo dicha conquista del hombre no alcanzaría su efecto, sino que el efecto de la obra de conquista también se vería afectado. Es decir, que la obra de conquista consigue su efecto eliminando el sino y las perspectivas del hombre y juzgando y castigando su carácter rebelde. No se logra estableciendo un pacto con el hombre, a saber, dándole bendiciones y gracias, sino mediante la revelación de su lealtad una vez se le ha despojado de su libertad y sus perspectivas han sido erradicadas. Esta es la esencia de la obra de conquista. Si se le proporcionara al hombre una hermosa esperanza desde el principio, y la obra de castigo y juicio se realizará después, el ser humano aceptaría lo segundo basándose en las perspectivas que tiene y, al final, la obediencia y adoración incondicionales del Creador por parte de todas Sus criaturas no se realizaría; sólo habría una obediencia ciega e ignorante, o el hombre le presentaría ciegas exigencias a Dios y, así, sería imposible conquistar por completo su corazón. Por consiguiente, semejante obra de conquista sería incapaz de ganar al hombre y además de dar testimonio de Dios. Tales criaturas no podrían llevar a cabo su deber, y sólo cerraría un trato con Dios; esto no sería conquista, sino misericordia y bendición. El mayor problema del hombre es que sólo piensa en su destino y sus perspectivas, que los idolatra. El hombre busca a Dios por el bien de estas cosas; no le adora porque le ame. Por tanto, en la conquista del hombre, el egoísmo y la avaricia de este, así como las cosas que más obstruyen su adoración a Dios deben ser eliminados. Al hacerlo se conseguirán los efectos de la conquista del hombre. Como resultado, en los albores de esta es necesario purgar, en primer lugar, las ambiciones salvajes y las debilidades más dolorosas del ser humano y, a través de esto, revelar el amor del hombre hacia Dios y cambiar su conocimiento de la vida humana, su opinión de Dios y el significado de su existencia. De esta forma, el amor del hombre por Dios se purifica, y esto significa que su corazón está conquistado. Sin embargo, en Su actitud hacia todas las criaturas, Dios no sólo conquista por la conquista en sí, sino que lo hace para ganar al hombre, por el bien de Su propia gloria y con el fin de recuperar la semejanza primera y original del ser humano. Si sólo tuviera que conquistar por conquistar, se perdería la relevancia de la obra de conquista. Quiero decir que si después de conquistar al hombre, Dios se lavara las manos y ya no prestara atención a la vida o la muerte del hombre, esto no sería gestión de la humanidad ni la conquista de este sería por el bien de su salvación. Sólo ganar al hombre tras su conquista y su llegada, en última instancia, a un destino maravilloso es lo único que se halla en el corazón de toda la obra de salvación, y sólo esto puede lograr el objetivo de la salvación del hombre. En otras palabras, sólo la llegada del hombre al hermoso destino y su entrada en el reposo es la perspectiva que todas las criaturas deberían tener, y es la obra que el Creador debería hacer. Si el hombre tuviera que llevar a cabo esta obra, esta sería demasiado limitada: podría llevar al hombre a un cierto punto, pero no sería capaz de conducirlo a su destino eterno. El hombre no es capaz de decidir el destino del ser humano y, además, tampoco es capaz de asegurar la perspectiva de este ni su destino futuro. Sin embargo, la obra realizada por Dios es diferente. Como creó al hombre, lo guía; como lo salva, lo hará de manera concienzuda y lo ganará por completo; como dirige al hombre, lo llevará al destino adecuado; y como creó al hombre y lo gestiona, debe asumir la responsabilidad por el sino y la perspectiva del ser humano. Esta es, precisamente, la obra realizada por el Creador. Aunque la obra de conquista se alcanza purgando al hombre de su perspectiva, es este en última instancia al que se lleva al destino adecuado que Dios preparó para él. Precisamente porque Dios obra al hombre que este tiene un destino y que su sino está asegurado. Aquí, el destino adecuado al que se alude no son las esperanzas y la perspectiva del hombre purgados en tiempos pasados; ambas cosas son diferentes. Aquello que el hombre espera y busca son los anhelos de su búsqueda de los extravagantes deseos de la carne y no del destino que se le debe. Lo que Dios ha preparado para el hombre, mientras tanto, son las bendiciones y las promesas que se le deben a este una vez ha sido purificado, y que Dios preparó para él después de crear al mundo; estas no están manchadas por la elección, los conceptos, la imaginación o la carne del hombre. Este destino no está preparado para una persona en particular, sino que es el lugar de reposo de toda la humanidad. Por tanto, este destino es el más adecuado para ella.

El Creador pretende orquestarlo todo en las criaturas. No debes descartar ni desobedecer nada de lo que Él hace, ni ser rebelde hacia Él. La obra que Él realiza conseguirá en última instancia Sus objetivos, y en esto Él ganará gloria. ¿Por qué no se dice hoy que eres el descendiente de Moab, o de la prole del gran dragón rojo? ¿Por qué no se habla de pueblo escogido y sólo se mencionan a las criaturas? La criatura: ese fue el título original del hombre, y esta es su identidad innata. Los nombres sólo varían porque las eras y los periodos de obra son distintos; en realidad, el hombre es una criatura ordinaria. Todas las criaturas, ya sea la más corrupta o la más santa, debe realizar el deber de una criatura. Cuando Él lleva a cabo la obra de conquista, Dios no te controla usando tu perspectiva, tu sino o tu destino. En realidad, no hay necesidad de obrar de esta manera. El objetivo de la obra de conquista es hacer que el hombre realice el deber de una criatura, hacerle adorar al Creador y sólo después de esto podrá entrar en el maravilloso destino. La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que siempre anda con prisas y ocupándose para sí mismo, el hombre permanece incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tu propia perspectiva, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo una criatura? En resumen, independientemente de cómo obre Dios, toda Su obra es por el bien del hombre. Toma, por ejemplo, los cielos y la tierra, y todas las cosas que Dios creó para que sirvieran al hombre: la luna, el sol y las estrellas que Él hizo para el ser humano; los animales y las plantas, la primavera, el verano, el otoño y el invierno, etc., todo ello es para beneficio de la existencia del hombre. Y así, independientemente de cómo Él castigue y juzgue al hombre, todo es por el bien de la salvación de este. Aunque despoje al hombre de sus esperanzas carnales, es por el bien de su purificación y esta es para beneficio de su existencia. El destino del hombre está en las manos del Creador, por tanto, ¿cómo podría el hombre controlarse a sí mismo?

Una vez acabada la obra de la conquista, el hombre será llevado a un mundo hermoso. Esta vida será, por supuesto, todavía en la tierra, pero será totalmente distinta a la vida del hombre hoy. Es la vida que la humanidad tendrá después de que toda la humanidad haya sido conquistada, será un nuevo comienzo para el hombre en la tierra; tener este tipo de vida será la prueba para la humanidad de que ha entrado en una esfera nueva y hermosa. Será el principio de la vida del hombre con Dios sobre la tierra. La premisa de una vida tan bella debe ser que, después de que el hombre haya sido purificado y conquistado, se somete delante del Creador. Así, la obra de conquista es la última etapa de la obra de Dios antes de que la humanidad entre en el maravilloso destino. Semejante vida es la vida futura del hombre en la tierra; es la vida más hermosa sobre la tierra, el tipo de vida que el hombre anhela, la que nunca antes alcanzó en la historia del mundo. Es el resultado final de la obra de gestión de los 6000 años, es aquello que más anhela la humanidad, y también es Su promesa al hombre. Pero esta no puede cumplirse de inmediato: el hombre entrará en el destino futuro sólo cuando la obra de los últimos días haya acabado y él haya sido conquistado por completo; es decir, una vez que Satanás haya sido derrotado por completo. El hombre no tendrá una naturaleza pecaminosa después de haber sido refinado, porque Dios habrá derrotado a Satanás, lo que significa que no habrá usurpación por parte de fuerzas hostiles, y que ninguna de estas puede atacar la carne del hombre. Por tanto, este será libre y santo; habrá entrado en la eternidad. Sólo si las fuerzas hostiles de oscuridad están atadas, será el hombre libre dondequiera que vaya y sin rebeldía ni oposición. Tan sólo hay que atar a Satanás para que el hombre esté bien; hoy no lo está, porque Satanás sigue provocando problemas por todas partes en la tierra, y porque toda la obra de gestión de Dios tiene que llegar aún a su fin. Una vez derrotado Satanás, el hombre será liberado por completo; cuando el hombre gane a Dios y salga de debajo del dominio de Satanás, contemplará el Sol de justicia. La vida que se le debe al hombre normal será recuperada; todo lo que este debería poseer —como la capacidad de discernir el bien del mal y comprender cómo comer y vestirse, y vivir normalmente—, todo esto, será conseguido de nuevo. Aunque Eva no hubiera sido tentada por la serpiente, el hombre debería haber tenido esta vida normal después de ser creado, al principio. Debería haber comido, haberse vestido y haber llevado la vida del hombre normal en la tierra. Con todo, después de que el hombre se depravara, esta vida se convirtió en una quimera y hasta el día de hoy, el hombre no se atreve a imaginar tales cosas. De hecho, esta hermosa vida que el hombre anhela es una necesidad: si el hombre no tuviera un destino así, su vida depravada en la tierra no cesaría jamás, y si no hubiera una vida tan bella, no habría conclusión para el destino de Satanás o para la era en la que este tiene el dominio sobre la tierra. El hombre debe llegar a una esfera inalcanzable para las fuerzas de la oscuridad; y cuando lo haga, esto demostrará que Satanás ha sido derrotado. De esta forma, cuando ya no haya interrupción por parte de Satanás, Dios mismo controlará a la humanidad y Él mandará y controlará toda la vida del hombre; sólo esto contará como derrota de Satanás. La vida del hombre hoy es mayormente una vida de suciedad, sigue siendo una vida de sufrimiento y aflicción. A esto no se le podría llamar derrota de Satanás; el hombre tiene que escapar aún del mar de aflicción, de la dificultad de la vida humana o de la influencia de Satanás, y su conocimiento de Dios sigue siendo infinitesimal. Toda la dificultad del hombre fue creada por Satanás; fue él quien trajo los sufrimientos a la vida del hombre y sólo cuando sea atado, podrá el hombre ser capaz de escapar por completo del mar de aflicción. Con todo, que Satanás sea atado es algo que se logra conquistando y ganando el corazón del hombre, convirtiendo a este en los despojos de la batalla con Satanás.

Hoy, el hombre busca convertirse en un vencedor y en ser perfeccionado antes de tener la vida de un ser humano normal en la tierra, y son los objetivos que busca antes de que Satanás sea atado. En sustancia, su búsqueda de ser un vencedor y ser perfeccionado, o ser de gran uso, consiste en escapar de la influencia de Satanás: el hombre busca ser un vencedor, pero el resultado final será escapar de la influencia de Satanás. Sólo así puede el hombre llevar la vida de un ser humano normal en la tierra, la vida de adorar a Dios. Hoy, procurar convertirse en un vencedor y ser perfeccionado son las cosas que el hombre persigue antes de tener la vida de un ser humano normal en la tierra. Y las persigue, principalmente, para ser purificado, para poner la verdad en práctica y con el fin de llevar a cabo la adoración del Creador. Si el hombre posee la vida de una persona normal en la tierra, una vida sin dificultad ni aflicción, no acometerá la búsqueda de convertirse en un vencedor. “Llegar a ser un vencedor” y “ser perfeccionado” son los objetivos que Dios le da al hombre para que los persiga y, a través de esta búsqueda, hace que el ser humano ponga la verdad en práctica y viva una vida de relevancia. El objetivo consiste en lograr que el hombre sea completo y ganarle; la búsqueda de convertirse en un vencedor y ser perfeccionado es meramente un medio. Si en el futuro, el hombre entra en el maravilloso destino, no habrá referencia alguna a convertirse en un vencedor y ser perfeccionado; sólo habrá cada criatura que lleva a cabo su deber. Hoy, al hombre se le hace buscar estas cosas sólo para definir un campo de acción para él, para que su búsqueda sea más específica y más práctica. Sin esto, su objetivo de entrar en la vida eterna sería impreciso y abstracto, y si esto fuera así, ¿no sería el hombre aún más digno de lástima? Buscar de este modo, sin metas ni principios, ¿no es un autoengaño? En última instancia, esta búsqueda sería improductiva por naturaleza; al final, el hombre todavía viviría bajo el dominio de Satanás y sería incapaz de desenredarse de él. ¿Por qué sujetarse a una búsqueda sin propósito? Cuando el hombre entre en el destino eterno, adorará al Creador y, por haber ganado la salvación y entrado en la eternidad, no perseguirá objetivo alguno y, además, tampoco necesitará preocuparse por que Satanás lo asedie. Esta vez, el hombre conocerá su lugar y llevará a cabo su deber, e incluso aunque no sean castigados o juzgados, cada persona realizará su deber. Entonces, el hombre será una criatura tanto en identidad como en estatus. Ya no existirá la distinción de alto y bajo; cada persona llevará sencillamente a cabo una función diferente. Con todo, el hombre seguirá viviendo en un destino ordenado, adecuado para la humanidad, realizará su deber para la adoración del Creador, y una humanidad así será la humanidad de la eternidad. En ese tiempo, el hombre habrá ganado una vida iluminada por Dios, una vida bajo el cuidado y la protección de Dios, y una vida junto con Dios. La humanidad llevará una vida normal sobre la tierra, y toda ella entrará en la senda correcta. El plan de gestión de 6000 años habrá derrotado por completo a Satanás, lo que significa que Dios habrá recuperado la imagen original que el hombre tenía después de ser creado y, como tal, se habrá cumplido Su intención primera. Al principio, antes de que la humanidad fuera corrompida por Satanás, llevaba una vida normal en la tierra. Más adelante, cuando la corrupción ya se había producido, el hombre perdió esta vida normal y empezó la obra de la gestión de Dios, y la batalla con Satanás para recuperar dicha vida. Sólo cuando la obra de gestión de Dios, de 6000 años, llegue a su fin, la vida de toda la humanidad comienza oficialmente en la tierra; sólo entonces, el hombre tendrá una vida maravillosa y Dios recuperará el propósito de crear al hombre en el principio, así como la semejanza original de este. Así, una vez tiene la vida normal de la humanidad en la tierra, el hombre no buscará convertirse en un vencedor ni ser perfeccionado, porque será santo. La victoria y la perfección de las que habla el hombre son los objetivos que se le dan a este para que los persiga durante la batalla entre Dios y Satanás, y sólo existen porque el hombre ha sido corrompido. Dándote un objetivo y haciendo que lo persigas, Satanás será derrotado. Pedirte que seas un vencedor o que seas perfeccionado o usado equivale a dar testimonio con el fin de avergonzar a Satanás. Al final, el hombre llevará la vida de un hombre normal en la tierra, y será santo; cuando esto ocurra, ¿seguirá buscando convertirse en vencedor? ¿Acaso no son, todos ellos, criaturas? Ser un vencedor y ser alguien perfeccionado es algo que va dirigido a Satanás, y a la suciedad del hombre. ¿No es este “vencedor” una referencia a la victoria sobre Satanás y las fuerzas hostiles? Cuando dices que has sido hecho perfecto, ¿qué ha sido perfeccionado en ti? ¿Acaso no es que te has despojado del carácter satánico corrupto, para poder conseguir el amor supremo de Dios? Tales cosas se dicen en relación con las cosas sucias dentro del hombre, y en relación a Satanás; no se afirman respecto a Dios.

Hoy, si no buscas convertirte en vencedor y ser perfeccionado, en el futuro, cuando la humanidad lleve una vida normal en la tierra, no habrá oportunidad para dicha búsqueda. En ese tiempo, ya se habrá revelado el final de cada tipo de persona. Entonces, será claro qué tipo de cosa eres, y si deseas ser un vencedor o ser perfeccionado, será imposible. Sólo es eso, porque a causa de su rebeldía, el hombre será castigado después de haber sido revelado. En ese tiempo, el hombre no buscará tener una posición más alta que otros, que unos sean vencedores y otros perfeccionados, o que algunos sean los hijos primogénitos de Dios y los otros meramente hijos suyos; no perseguirán estas cosas. Todos serán criaturas de Dios, todos vivirán en la tierra y lo harán con Dios. Ahora es el tiempo de la batalla entre Dios y Satanás, cuando la batalla está aún por acabar, en que el hombre tiene que ser ganado por completo y es un periodo de transición. Por tanto, se le requiere al ser humano que busque convertirse en un vencedor o en alguien que pertenezca al pueblo de Dios. Hoy existen distinciones de estatus, pero cuando llegue el momento, no habrá estas diferenciaciones: el estatus de todos los que han sido victoriosos será el mismo; todos serán la humanidad cualificada y vivirán por igual sobre la tierra, y esto significa que todos ellos serán criaturas cualificadas y a todos se les dará lo mismo. Al ser las eras de la obra de Dios diferentes y los objetos de la misma también distintos, si esta obra se realiza en vosotros, seréis elegibles para ser hechos perfectos y convertiros en vencedores; si se hiciera en el extranjero, entonces ellos serían los escogidos para convertirse en el primer grupo de personas en ser conquistadas, y en los primeros en ser perfeccionados. Hoy, esta obra no se hace fuera, de modo que no son elegibles para esto, y es imposible que sean el primer grupo. Al ser distinto el objeto de la obra de Dios, la era de Su obra y el alcance de esta también son diferentes; por tanto, existe el primero grupo, es decir, los vencedores, y también habrá un segundo grupo que es perfeccionado. Una vez perfeccionado el primer grupo, habrá una muestra y un modelo, y en el futuro habrá un segundo y un tercer grupo de los que son hechos perfectos. Sin embargo, en la eternidad todos serán iguales y no habrá clasificaciones por estatus. Sencillamente habrán sido hechos perfectos en momentos distintos, y no habrá diferencia de estatus. Cuando llegue la hora en que todos hayan sido hechos completos, y haya concluido la obra de todo el universo, no habrá distinciones de estatus y todos tendrán el mismo. Hoy, esta obra se hace entre vosotros para que os convirtáis en vencedores. Si se hiciera en Inglaterra, allí estaría el primer grupo, de la misma forma en que vosotros lo seréis. Estoy llevando a cabo Mi obra en vosotros hoy, y al hacerlo estoy siendo particularmente misericordioso con vosotros; si no hago esta obra en vosotros, igualmente seríais el segundo, el tercer, el cuarto o el quinto grupo. Esto es meramente por la diferencia en el orden de la obra; el primer y el segundo grupo no denotan que uno sea más alto o más bajo que el otro, sino tan sólo el orden en que esas personas son hechas perfectas. Hoy, estas palabras se os comunican a vosotros, ¿pero por qué no fuisteis informados antes? Porque, sin un proceso, las personas tienden a ir a los extremos. Por ejemplo, Jesús dijo en aquel tiempo: “Así como me voy, vendré”. Hoy, muchos se han obsesionado con esas palabras, y sólo quieren llevar túnicas blancas y esperar ser arrebatados al cielo. Existen, pues, muchas palabras que no se pueden pronunciar demasiado pronto, porque, de hacerlo, el hombre se iría a los extremos. La estatura del hombre es demasiado pequeña, y es incapaz de percibir la verdad de estas palabras.

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