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Una vez fui secuestrada en mi séptimo mes de embarazo…

“¡Alto! No grites. Si no me haces caso, te apuñalaré y entonces tus dos vidas dejarán de existir”, me amenazó un feroz gángster con una navaja, a mí, una mujer embarazada desarmada.

Más de 10 años han pasado desde entonces, pero me sigue aterrorizando cuando lo pienso. Sin embargo, le estoy muy agradecida a Dios. En ese momento crucial, sin la protección de Dios no sabía qué habría pasado.

Sucedió en octubre de 2016. Mi marido y yo compramos un piso en la zona económica especial, pero como estaba lejos del trabajo de mi esposo, decidimos primero alquilarlo. Pronto, un hombre de mediana edad que dijo que dirigía una fábrica, vino a alquilar nuestro piso. Hablamos dos veces, nos comentó que su familia viviría allí, y llegamos a un acuerdo sobre todos los aspectos, el precio y los demás aspectos. Después esperamos a que pagase el alquiler.

Una tarde, nos estábamos preparando para firmar el contrato cuando una cosa inesperada sucedió. Me guió hacia el dormitorio a propósito y, cuando no estaba mirando, sacó un cuchillo, señaló mi vientre (que llevaba un feto de siete meses) y gritó: “¡Alto! No grites. Si no me haces caso, te apuñalaré y entonces tus dos vidas dejarán de existir. Estoy especializado en esto y nunca he estado en la cárcel”. Estaba atónita por tal repentina escena. No podía creer que hubiese pasado de un hombre de habla tranquila a un despiadado asesino. Estaba extremadamente asustada, pensando: “Estoy muerta. ¿Y si me amenaza con mi feto? ¿Me hará daño?”. Quise persuadirlo para hacerlo retroceder, así que dije: “Si tu madre supiese que estás haciendo este trabajo, estaría enfurecida. Tú también eres padre. No hagas nada malo…”. Antes de poder acabar mis palabras, se burló: “No trates de persuadirme. Soy un hombre así”, dijo a la vez que me empujaba hacia la esquina y me sujetaba contra la pared. Entonces, me señaló y bramó: “Deja el móvil. Levanta las manos. ¡No te muevas!”. Cuando dejé el teléfono, me puse aún más nerviosa, ya que estaba perdiendo la única forma de comunicarme con el mundo exterior. Ahora ya no tenía ninguna forma de pedir ayuda…

Sin darme más tiempo para pensar, dijo ferozmente: “¡Compórtate! Dame tu tarjeta de crédito”. Pensé que las vidas de mi hijo y mía eran más importantes, así que se la di. Pensé que iba a estar bien, pero, de pronto, torció mis brazos a mis espaldas, cogió la cuerda que ya tenía preparada de su bolsillo y me ató de manos y pies de forma que no podía moverme. Sacó de nuevo la navaja de su bolsillo, la agitó delante de mis ojos y furiosamente gritó: “¡Dame el código rápido! Si me mientes, te mataré cuando vuelva. Si te apuñalo, tus dos vidas dejarán de existir”. Viendo que señalaba a mi feto con el cuchillo, mis latidos empezaron a acelerarse y pensaba: “¿Qué debo hacer? Tanto mi hijo como yo moriremos con un golpe de la navaja”. En la ansiedad, pensé en Dios. Cuando mi madre y mi hermana me predicaban el Evangelio, siempre me decían: “Independientemente de las dificultades que encuentres en la vida, no olvides rezar a Dios. Todo está en Sus manos y está determinado por Él”. Pensando en esto, me apresuré a llamar a Dios: “¡Oh, Dios! Estoy dispuesta a poner todo mi entorno y a la gente, los asuntos y las cosas en Tus manos. Guíame a través de esta crisis”. Después de rezar, pensé en la palabra de Dios: “No tengas miedo; con Mi apoyo, ¿quién podría bloquear el camino? ¡Recuerda esto! ¡No lo olvides!”. Dios es mi pilar, y Él es mi torre más fuerte y mi refugio. ¿Qué podría alguien hacerme? El hombre malvado también está en las manos de Dios. Sin el permiso de Dios, él nunca podría tocarme ni un sólo pelo. Las palabras de Dios reconfortan mi corazón. No necesito preocuparme por mi vida y muerte, ambas estás en manos de Dios. Pensando en esto, mi corazón se tranquilizó, así que empecé a preguntarme qué debería hacer. Me acordé de la Biblia: “Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos” (1 Timoteo 6:8). Como apenas habíamos comprado el piso, todos nuestros ahorros estaban agotados, nos quedaba sólo 800 yuanes. Todo lo que tengo que hacer es evitar que el feto no se asuste y mantenernos a salvo. Pensando en eso, no dudé en darle el código.

Pensé que me dejaría ir en cuanto tuviese mi tarjeta bancaria y la contraseña. Además, yo, una mujer embarazada con las manos y pies atados, no podía hacer nada. Pero no tenía la intención de dejarme libre y hasta preguntó hipócritamente: “¿A qué hora vuelve tu marido? ¿Podrías llamarlo para que venga a casa antes?”. En ese momento, no dejaba a Dios ni por un segundo. Llamé a Dios y le pedí que me guiara para saber qué hacer. Pensaba que sólo había ochocientos yuanes en el banco, lo que difícilmente iba a satisfacer su avaricioso corazón. De tenernos secuestrados y llamar a mi esposo para amenazarlo con nuestro rescate, ¿no sería eso peor? Gracias a la guía de Dios, rechacé lo que pedía. Más tarde, me amordazó la boca con la tela y la selló con celo. Cerrando la ventana y la puerta por dentro, se fue.

Me quedé en la pequeña habitación mal ventilada y la sensación de soledad y miedo se manifestó enseguida: mi primer feto murió debido a la falta de oxígeno. Mi boca y mi nariz están tapadas, lo que hace difícil respirar. Además, la puerta y la ventana están cerradas. Mi marido vuelve de trabajar a las ocho o a las nueve, así que todavía quedan 5 o 6 horas. Si no puedo respirar, me ahogaré, y ni hablar de mi feto. Así que llamé a Dios: “Oh, Dios, tengo miedo de que mi feto muera por falta de oxígeno y también tengo miedo de que el gángster vuelva y pida más dinero. ¡Oh, Dios! Estoy dispuesta a poner nuestra vida y nuestra muerte en tus manos. ¡Cuida de nosotros!”.

Después de rezar, pensé en la palabra de Dios: “Dios Todopoderoso, la Cabeza de todas las cosas, ejerce Su poder real desde Su trono. Él gobierna sobre el universo y sobre todas las cosas y nos está guiando en toda la tierra. Estaremos cerca de Él en todo momento, y vendremos delante de Él en quietud; sin perder nunca ni un solo momento, y con lecciones que aprender en cada instante. Todo, desde el ambiente que nos rodea hasta las personas, asuntos y cosas, existe con el permiso de Su trono. No dejes, bajo ninguna circunstancia, que surjan quejas en tu corazón, o Dios no concederá Su gracia sobre ti. […] Dentro de nosotros tenemos la vida resucitada de Cristo. Indiscutiblemente, nos falta fe en la presencia de Dios: ojalá que Dios ponga la verdadera fe dentro de nosotros. ¡La palabra de Dios es verdaderamente dulce! ¡La palabra de Dios es medicina potente! ¡Avergüenza a los diablos y a Satanás! Comprender la palabra de Dios nos da apoyo. ¡Su palabra actúa rápidamente para salvar nuestros corazones! Disipa todas las cosas y pone todo en paz”. La palabra de Dios me dio fe y fuerza, dejándome entender que todo está controlado por Él y todas las cosas del universo entero están bajo Su dominio. ¡Sólo cuando creemos en Dios, nos apoyamos en Él y lo contemplamos con todo nuestro corazón podemos superar todas las dificultades! Hoy me he enfrentado a este entorno; independientemente de los resultados, he creído en que todo está controlado por Dios. En ese momento, no me atreví a dejar a Dios de mi corazón ni por un momento. Sólo me podía poner a mi misma en las manos de Dios. Entonces, mi corazón asustado se calmó lentamente. De repente, pensé en que si rompiese la cinta con el pomo de la puerta, podría respirar bien. Me moví hacia la ventana, poco a poco, y la abrí apoyando mi cabeza contra el picaporte de la ventana. De esta forma, resolví el problema de la falta de oxígeno. ¡Gracias a Dios! Sabía que fue por la sabiduría y fuerza que Dios me dio.

Me senté en el alféizar de la ventana, contemplando el cielo azul. El tiempo pasaba un segundo y un minuto a la vez. Ya estaba oscureciendo. La luz del hospital de enfrente se encendía a las seis en punto. Pensé: en dos o tres horas, mi marido regresará. Todo lo que tengo que hacer es aguantar hasta entonces.

No pasó mucho hasta que el esposo de mi hermana pequeña llegó a casa. Cuando vio que la habitación en la que estaba y el baño estaban atados con una cuerda, rápidamente llamó a la policía. Después de más de 20 minutos, llegó la policía y abrió la puerta. El marido de mi hermana pequeña me dijo: “Te llamé, pero no pude llegar hasta ti, así que llamé a mi cuñado. Dijo que tenía que quedarse más tiempo trabajando por la noche y que volvería a casa después de las diez. Me preocupa que estés en problemas, así que vine a verte con anticipación”. Escuchándolo, experimenté aún más la omnipotencia y la soberanía de Dios. Fue toda la protección de Dios que me hizo superar este robo durante mi séptimo mes de embarazo. La palabra de Dios dice: “El corazón y el espíritu del hombre están en la mano de Dios; todo lo que hay en su vida es contemplado por los ojos de Dios. Independientemente de si crees esto o no, todas las cosas, vivas o muertas, cambiarán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán, de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios preside sobre todas las cosas”. Lo que para el hombre es imposible, para Dios es posible. Todo es posible. Dios tiene tanta autoridad y poder. Él controla y domina sobre todas las cosas del mundo. Esta práctica experiencia también me hizo sentir que nuestros corazones y alma, al igual que toda la gente, eventos y cosas que nos rodean, cambiarán acorde con los pensamientos de Dios. ¡Realmente experimenté la omnipotencia de Dios y Su gobierno!

Por la tarde, mi marido regresó a casa. Viendo que estábamos bien, me abrazó mientras decía: “Gracias por el cuidado y la protección de Dios. ¡Qué bien que estás a salvo!”. Vimos un caso de secuestro en la televisión: para ganar dinero, los bandidos cogieron como rehén a la hija del héroe y trataron de extorsionarle un millón de yuanes. Ataron las manos y los pies de la niña y la dejaron sola en la pobre casa. La chica lloró por sus padres… Pensando en la experiencia de esa tarde, si no hubiese creído en Dios, hubiese estado confusa, viviendo en dolor y sin saber qué hacer. Viendo las noticias, mi esposo me dijo emocionado: “¡Es Dios el que te protege y en el que crees! ¡Hace mucho que no tienes un encuentro! Ve y busca a tus hermanos y hermanas mañana. Debes creer en Dios adecuadamente”. Escuchando sus palabras, derramé lágrimas de remordimiento. Mirando atrás, estuve tan ocupada con la casa desde que compré el piso que me olvidé completamente de las devociones espirituales y las reuniones. Sin embargo, Dios no me abandonó. Cuando estuve en peligro, Él me guió, me condujo y me consoló con Sus palabras. Pensé para mí misma: desde ahora, debo creer en Dios sinceramente, buscar la verdad y cumplir con Su salvación para mí.

Después de eso, asistí a las reuniones, cumplí con el deber activamente. Es más, recé a Dios para confiar el resto de mi vida y la de mi hijo en Sus manos y dejar que Él dicte y organice por nosotros. Cuando mi marido vio la omnipotencia y la dominación de Dios, también aceptó el evangelio del reino de Dios. ¡Estamos tan agradecidos por el amor y la salvación de Dios!

En un abrir y cerrar de ojos, más de diez años han pasado. En estos años, Dios ha cuidado y protegido nuestra familia con Su amor. Siento que sólo cuando tenemos un sitio para Dios en nuestros corazones podemos sentirnos felices y en paz.

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