Dios los guió a través del camino peligroso
Con un sonido estridente de la sirena, la ambulancia se dirigía rápidamente al hospital de la ciudad. Dentro, iba un hombre hablándole a su hija: “No te duermas, Xinyi. Llegaremos pronto al hospital...”. Xinyi, con el rostro pálido y débil voz, preguntaba: “Papi, ¿me estoy muriendo?”. Estas palabras hicieron que los ojos del padre se le llenasen de lágrimas. Él la consoló de inmediato: “No, no lo harás. Llegaremos al hospital pronto...”
En casa, Jinghan, se enteró que su hija había tenido un accidente cuando recibió la llamada de su marido. En ese momento era como si todo el mundo se hubiera parado, y Jinghan solo pudo oír las palabras de su esposo haciendo eco en su oído: “Xinyi tuvo un accidente. Está en Urgencias. Ven rápido...”
Cuándo colgó el teléfono, el corazón de Jinghan palpitaba incontrolablemente. No podía creer las palabras de su esposo, y constantemente se preguntaba: ¿Cómo ha podido suceder esto?, ¿Cómo...?. Ella es muy linda y obediente. Todos los días, cuando va a la escuela y regresa, siempre camina por la acera. ¿Cómo la habrían podido atropellar?. Oh, Dios, ¿cómo pudo pasar?. Mientras pensaba, se cambió de ropa, cogió algo de dinero, su teléfono móvil y se apresuró para irse al hospital.
Cuando Jinghan llegó al hospital, vio que su hija Xinyi había salido del peligro de morir gracias a la reanimación de urgencia. Su cara se veía muy pálida, y tenía varios catéteres conectados por su cuerpo. Había perdido mucha sangre. Había llenado la mitad de un vaso. Ante esta situación, Jinghan sintió su corazón como perforado por algo, sentía un dolor incesante. Sabía que su hija estaba muy mal, así que no se atrevió a tocarla para no lastimarla más.
El médico le dijo que su hija estaba ya fuera de peligro, pero que su columna vertebral estaba dañada por las muchas fracturas que tenía. El punto de ruptura del hueso le había seccionado la mitad de los nervios y debía someterse a una cirugía pero no iba a ser fácil. En el momento que Xinyi fuera movida un poco, el punto de ruptura del hueso podría seccionar todo el nervio, dejándola paralítica de por vida. Además, tenían otro grave problema. En el hospital de la ciudad, no había ningún médico que pudiera hacer tal cirugía, por lo que tenían que llevarla al hospital provincial de inmediato ya que si no se operaba inmediatamente, tenían poca esperanza que curase.
Cuando Jinghan supo de la situación en la que estaba su hija, su corazón se hundió en el fondo al instante: “¿Qué debería hacer?, ¿Qué debería hacer?...” Sintió que estaba muy sofocada. Si se quedaba en este hospital, Xinyi no podría someterse a una cirugía. Si la trasladaran a otro para operarla, su nervio lesionado sufriría el grave peligro de ser cortado en el camino y si eso realmente sucediera, Xinyi no podría andar ni moverse nunca más. Jinghan sintió que enfrentaba a un gran dilema y a la prueba más difícil y dura de su vida. Justo cuando estaba con la duda que hacer, pensó en un pasaje de la palabra de Dios: “Lo fundamental ahora es ser capaz de tomar acciones conforme a Mi voluntad. Quienes hagan esto recibirán, con toda certeza, Mis bendiciones y estarán bajo Mi protección. [...] ¿Por qué no las encomiendas a Mis manos? ¿No tienes suficiente fe en Mí? ¿O es que tienes miedo de que Yo haga disposiciones inapropiadas para ti?”. Las palabras de Dios fueron como un rayo de luz, que iluminaron el corazón de Jinghan, y la tranquilizaron, haciendo que su acelerado corazón se calmara. Pensó para sí misma: sí, ¿por qué no puse a mi hija en las manos de Dios? ¡Él es nuestro Protector, nuestro refugio! La iluminación y la guía de Dios hicieron que Jinghan, que estaba en una situación difícil, encontrara una dirección y un poder. Ella no pudo evitar orar en silencio en su corazón, “Dios, gracias por Tu guía e iluminación, haciéndome saber que eres mi roca en una situación tan difícil. Además, me muestras que no tengo lugar para Ti en mi corazón. Cada vez que me enfrento a algo, siempre dependo de mi propia capacidad para resolverlo, en lugar de confiar en Ti y mirar hacia Ti. Esta vez, estoy dispuesta a entregar a mi hija en Tus manos, y sin importar lo que sea de ella, estoy dispuesta a obedecer Tu soberanía y Tu arreglo”. Después de la oración, Jinghan se sintió firme en su corazón, y muchas de las preocupaciones y las ansiedades desaparecieron poco a poco.
Varios días después, Jinghan y su esposo decidieron llevar a Xinyi al hospital provincial. El viaje en ambulancia fue muy agitado y duró más de tres horas. El resultado del examen de Xinyi los hizo sentir mejor. El punto de ruptura del hueso en el nervio no se había desplazado durante el trayecto. Jinghan no pudo evitar dar las gracias y alabar a Dios desde el fondo de su corazón, porque realmente vio que todo estaba en las manos de Dios, incluso si era una fibra nerviosa tan pequeña. Se consideró que un viaje de tres horas definitivamente dañaría el cuerpo de Xinyi, pero ninguno esperaba que todo transcurriera sin problemas durante todo el camino. Esto hizo que la fe de Jinghan en Dios aumentara.
Pasada una semana, era el momento de que Xinyi se sometiera a la cirugía. Antes de la operación, el cirujano jefe les dijo que se prepararan para lo peor. “Como se ha cortado la mitad del nervio del paciente, no podemos excluir la posibilidad de que cuando operemos las fracturas de los huesos y unamos los huesos rotos, el nervio pueda cortarse”. Estas palabras hicieron que el corazón de Jinghan fuera a su garganta una vez más. Cuando le pidieron que firmara para Xinyi, su mano estaba fuera de control. Por fin, su esposo apretó los dientes y firmó.
La puerta de la sala de operaciones estaba cerrada. Jinghan no conseguía que su corazón latiera más despacio. Temía que si la operación fallaba, su hija nunca se levantara; temía ver la desesperación en los ojos de su hija después de eso; ella temía... El miedo y el temblor desbordaron su corazón. Jinghan no se atrevió a seguir pensando. Ella luchó por deshacerse de esos malos pensamientos, pero como si se apegaran a ella, volvieron a su mente en un abrir y cerrar de ojos. Jinghan se sintió tan nerviosa que casi rompió a llorar. Los minutos seguían corriendo. La espera fue insoportable y parecía que había pasado un siglo. Jinghan deseaba que el cirujano que operaba a Xinyi fuera muy hábil y que pudiera recuperarse totalmente. Jinghan no podía dejar de pensar en estas cosas como si su mente se hubiera quedado sin control. De repente, se dio cuenta: ¿No le he dedicado todas estas cosas a Dios? ¿Cómo puedo volverme a creer que la vida de Xinyi está en las manos del doctor? Cuando llegué al hospital, ví los hechos de Dios; ¿Cómo no puedo creerle ahora? Ante esto, Jinghan no pudo evitar maldecirse: “¡Demasiado rebelde!”. Luego oró en silencio a Dios: “Dios, creo en Ti, pero no te conozco. Siempre pienso que el resultado de la cirugía de mi hija depende de la habilidad del médico. Estoy realmente ciega e ignorante. Dios, si el resultado es bueno o malo, estoy dispuesta a confiar en Ti y dejarlo todo en Tus manos. En este momento, estás perfeccionando mi fe. Estoy dispuesta a confiar en Ti, mirar hacia Ti y someterme a Tu orden y disposición”.
Después de la oración, Jinghan entendió un poco de la voluntad de Dios. Ella ya no se preocupaba o no se sentía ansiosa, sino que se calmaba lentamente. En este momento, pensó en un pasaje de palabras: “El corazón y el espíritu del hombre están en la mano de Dios; todo lo que hay en su vida es contemplado por los ojos de Dios. Independientemente de si crees esto o no, todas las cosas, vivas o muertas, cambiarán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán, de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios preside sobre todas las cosas”. Y su corazón se iluminó: ¡Sí! Todas las cosas están en las manos de Dios; el destino de cada uno de nosotros es dictado y organizado por Dios. Nadie puede ordenar el destino del hombre, porque solo somos creación de Dios. Pensando en esto, el corazón inquieto de Jinghan se calmó de inmediato. Ella entendió que sin importar el resultado, debería enfrentarlo; si era bueno o malo, había un buen propósito de Dios en Él. Luego recuperó la fe perdida a través de la palabra de Dios y tuvo el coraje de enfrentar la realidad.
Durante casi cuatro horas, fué tal el silencioso en la sala de espera, que se podía escuchar el sonido de un alfiler. Sin embargo, en el corazón de Jinghan, hubo una lucha interna, donde la realidad y la guía de la palabra de Dios estaban enfrentadas y durante este tiempo, fue la palabra de Dios la que le dio fuerza y fe una y otra vez, haciendo que su corazón se calmara. Por fin, la puerta se abrió. Jinghan se apresuró a mirar a su hija. Al ver a Jinghan, Xinyi dijo débilmente: “Mamá, me duele...” Además de sentir lástima por ella, Jinghan comprendió al instante que su hija todavía tenía sensibilidad y eso era la mejor muestra de el milagro de Dios. En ese momento, ella sintió la misericordia de Dios y derramó lágrimas de agradecimiento.
Después de la operación, el nervio lesionado de Xinyi se recuperó rápidamente, y no tuvo secuelas, a pesar de lo que el médico había dicho. Al ver a su hija cada vez mejor, Jinghan agradeció y alabó a Dios de corazón. No pudo evitar pensar en dos pasajes de palabras que había leído antes: “Las personas han recibido muchas cosas debido a su fe, y no siempre es una bendición. Quizá no reciban la clase de felicidad y gozo que sintió David o quizá Jehová no les otorgue agua como hizo con Moisés. Por ejemplo, en el caso de Job, este fue bendecido por Jehová a causa de su fe, pero también sufrió desgracias. Ya sea que recibas una bendición o sufras una desgracia, ambos son acontecimientos benditos”. “Si deseáis ser perfeccionados por Dios, debéis aprender cómo experimentar en todas las cosas y ser capaces de obtener esclarecimiento en todo lo que os ocurre. Sea malo o bueno, debe proporcionarte beneficio y no debe volverte negativo”. En este momento, Jinghan sintió que estas palabras tenían sentido. No importa si reciben una bendición o sufren un flagelo, en verdad, son eventos benditos. Por ejemplo, Job perdió todas sus propiedades e hijos, y su cuerpo se cubrió de furúnculos. Sin embargo, cuando experimentó el sufrimiento, él entendió el cuidado y la misericordia de Dios por él, y obtuvo el verdadero conocimiento de Dios y la verdadera fe en Él. Desde fuera, parecían un castigo, pero todo lo contrario, eran bendiciones de Dios para él. Jinghan, descubrió que antes el accidente y la operación de su hija Xinyi, su fe en Dios era muy poca y muy pobre pero después de todo lo sucedido, obtuvo cierto conocimiento práctico de Dios, y pudo ver las obras maravillosas de Dios. Una y otra vez, fueron las palabras de Dios las que la sacaron de la confusión y las dificultades; fue Dios quien le dio su fe y fortaleza. En este punto, Jinghan elogió sinceramente a Dios: ¡Gracias, Dios mío!