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Versículo de Hoy - Explicación de Juan 14:6-7

Versículo de Hoy

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me hubierais conocido, también hubierais conocido a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto.

¿Por qué sólo por medio de experimentar y obedecer la obra de Dios encarnado es que se puede conocer a Dios?

Versículos bíblicos para referencia:

"Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14).

"Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me hubierais conocido, también hubierais conocido a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto" (Juan 14:6-7).

¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? […]” (Juan 14:10).

"Yo y el Padre somos uno" (Juan 10:30).

Palabras relevantes de Dios:

Cuando Dios no se había hecho carne, las personas no entendían mucho de lo que Él decía, porque procedía de la divinidad total. La perspectiva y el contexto de lo que decía eran invisibles e inalcanzables para el hombre; se expresaba desde una esfera espiritual que las personas no podían ver. Y es que quienes vivían en la carne no podían pasar por el reino espiritual. Pero después de que Dios se hiciera carne, hablaba a la humanidad desde la perspectiva del hombre, y este diálogo procedía el alcance de la esfera espiritual y lo sobrepasaba. Él podía expresar Su carácter, Su voluntad y Su actitud divinos por medio de cosas que los humanos podían imaginar, ver y encontrarse en sus vidas; usando métodos que estos podían aceptar, en un lenguaje que podían entender, y un conocimiento que podían comprender, para permitirles saber y conocer a Dios, comprender Su sentido y Sus estándares exigidos dentro del alcance de su capacidad, en la medida en que fueran capaces. Este era el método y el principio de la obra de Dios en la humanidad. Aunque Sus caminos y Sus principios de obrar en la carne se consiguieron en su mayoría por la humanidad o a través de ella, realmente obtuvo resultados que no se habrían conseguido obrando directamente en la divinidad. La obra de Dios en humanidad era más concreta, auténtica y enfocada, los métodos eran mucho más flexibles, y sobrepasaba en forma a la Era de la Ley.

de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne (Continuación)”

Él tiene una nueva obra por hacer durante los últimos días. Él revelará más de Su carácter, y no serán la compasión y el amor de la época de Jesús. Como tiene una obra nueva, esta irá acompañada por un nuevo carácter. Por tanto, si el Espíritu realiza esta obra, si Dios no se hace carne, sino que el Espíritu habla directamente por medio del trueno, de forma que el hombre no tiene contacto con Él, ¿conocería el hombre Su carácter? Si sólo el Espíritu hace la obra, el hombre no tendría forma de conocer Su carácter. Las personas sólo pueden ver el carácter de Dios con sus propios ojos cuando Él se hace carne, revela Sus palabras en la carne, y expresa todo Su carácter por medio de la carne. Dios vive de verdad en medio del hombre. Él es tangible; el hombre puede comprometerse realmente con Su carácter y lo que Él tiene y es; sólo de esta forma puede el hombre conocerlo en realidad.

de ‘La visión de la obra de Dios (3)’ en “La Palabra manifestada en carne”

La llegada de Dios en la carne tiene lugar principalmente para permitir a las personas ver Sus hechos reales, para materializar el Espíritu sin forma en la carne, y permitir que las personas lo vean y lo toquen. De esta forma, aquellos a los que Él ya ha hecho completos harán de Él una realidad; Él los ganará, y serán conforme a Su corazón. Si Dios solo hablara en el cielo, y no viniera realmente a la tierra, las personas seguirían siendo incapaces de conocerle; solo podrían predicar Sus hechos usando teoría vacía, y no tendrían Sus palabras como una realidad. Dios ha venido a la tierra principalmente para actuar como un ejemplo y un modelo para aquellos a quienes Él debe ganar; solo de esta forma pueden las personas conocer realmente a Dios, tocarlo y verlo, y solo entonces puede Dios ganarlos de verdad.

de ‘Deberías saber que el Dios práctico es Dios mismo’ en “La Palabra manifestada en carne”

En el ámbito de la obra que el Señor Jesús completó en la Era de la Gracia, puedes ver otro aspecto de lo que Dios tiene y es. Este se expresó a través de Su carne, y fue hecho posible para que las personas vieran y apreciaran por medio de Su humanidad. En el Hijo del Hombre, las personas vieron cómo vivió Dios en carne Su humanidad, y contemplaron Su divinidad expresada a través de la carne. Estos dos tipos de expresión permitieron ver a las personas un Dios muy real, y formarse un concepto diferente de Él. Sin embargo, en el período de tiempo entre la creación del mundo y el final de la Era de la Ley, esto es, antes de la Era de la Gracia, lo que las personas vieron, oyeron y experimentaron solo fue el aspecto divino de Dios. Fue lo que Él hizo y dijo en una esfera intangible, y las cosas que expresó desde Su persona real que no podían verse ni tocarse. Con frecuencia, estas cosas hicieron que las personas sintieran que Dios era muy grande, y que no podían acercarse a Él. La impresión que solía darles era que fluctuaba dentro y fuera, y los seres humanos sentían que cada uno de Sus pensamientos e ideas eran tan misteriosos y evasivos que no había forma de alcanzarlos, y mucho menos de intentar entenderlos y apreciarlos. Para las personas, todo lo relativo a Dios era muy distante, tanto que no podían verlo ni tocarlo. Él parecía estar arriba en el cielo, y que no existía en absoluto. Así pues, entender el corazón y la mente de Dios o cualquiera de Sus pensamientos era inalcanzable para las personas, y hasta imposible. Aunque Dios llevó a cabo alguna obra concreta en la Era de la Ley, y también promulgó algunas palabras específicas y expresó algunos caracteres concretos que les permitieran apreciar a los hombres y ver algún conocimiento real de Él, al final, la expresión por parte de Dios de lo que Él tiene y es, en una esfera intangible, y lo que las personas entendían, lo que conocían, seguía perteneciendo al aspecto divino de lo que Él tiene y es. La humanidad no podía adquirir un concepto concreto a partir de esta expresión de[a] lo que Él tiene y es, y su impresión de Dios seguía atascada en el ámbito de “un Espíritu al que resulta difícil acercarse, que oscila dentro y fuera”. Como Dios no usó un objeto específico ni una imagen en la esfera material para aparecerse a las personas, estas seguían sin poder definirlo mediante el lenguaje humano. En sus corazones y sus mentes, siempre querían usar sus propias palabras para establecer un estándar de Dios, para hacerlo tangible y humanizarlo, como lo alto y lo grande que es, cuál es Su aspecto, qué le gusta particularmente, y cuál es Su personalidad específica. En realidad, Dios sabía en Su corazón que las personas pensaban así. Tenía muy claras las necesidades de las personas y, por supuesto, también sabía lo que debía hacer; por ello, llevó a cabo Su obra de un modo diferente en la Era de la Gracia. Esta forma era tanto divina como humanizada. En el período de tiempo en que el Señor Jesús estuvo obrando, las personas podían ver que Dios tenía expresiones humanas. Por ejemplo, podía danzar, asistir a bodas, conversar, hablar y discutir con las personas. Además de eso, el Señor Jesús también llevó a cabo mucha obra que representaba Su divinidad, y por supuesto toda esa obra era una expresión y una revelación del carácter de Dios. Durante este tiempo, cuando la divinidad de Dios se materializó en una carne ordinaria que las personas podían ver y tocar, ya no sentían que Él estuviera oscilando dentro y fuera, que no pudieran acercarse a Él. Por el contrario, podían intentar comprender la voluntad de Dios o entender Su divinidad a través de todos los movimientos, las palabras, y la obra del Hijo del Hombre quien, encarnado, expresaba la divinidad de Dios a través de Su humanidad y le transmitía Su voluntad a la humanidad. A través de la expresión de la voluntad y del carácter de Dios, también le reveló al Dios que no puede verse ni tocarse en la esfera espiritual. Lo que las personas vieron era Dios mismo, tangible y de carne y hueso. Así, el Hijo del Hombre encarnado concretizó y humanizó cosas como la identidad, el estatus, la imagen, el carácter de Dios, y lo que Él tiene y es. Aunque Su aspecto externo tenía algunas limitaciones respecto a la imagen de Dios, Su esencia y lo que Él tiene y es, eran totalmente capaces de representar Su propia identidad y estatus; sencillamente existían algunas diferencias en la forma de expresión. Independientemente de la humanidad del Hijo del Hombre o de Su divinidad, no podemos negar que Él representaba la identidad y el estatus de Dios. Sin embargo, durante este tiempo, Dios obró a través de la carne, habló desde esa perspectiva, y se presentó ante la humanidad con la identidad y el estatus del Hijo del Hombre, y esto les proporcionó a las personas la oportunidad de encontrar y experimentar las palabras y la obra prácticas de Dios en medio de la humanidad. También les permitió tener una perspectiva de Su divinidad y de Su grandeza en medio de la humildad, así como obtener un entendimiento y una definición preliminares de la autenticidad y la realidad de Dios. Aunque la obra realizada por el Señor Jesús, Sus formas de trabajar, y la perspectiva desde la que habló diferían de la persona real de Dios en la esfera espiritual, todo lo relativo a Él representaba realmente al Dios mismo que los humanos nunca habían visto antes; ¡esto es innegable! Es decir, no importa en qué forma aparezca Dios ni desde qué perspectiva hable, o en qué imagen se presente ante la humanidad, Él no representa a nada que no sea Él mismo. No puede representar a ningún ser humano; no puede representar a ningún humano corrupto. Dios es Dios mismo, y esto no se puede negar.

de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne (Continuación)”

Las posesiones y el ser de Dios, Su esencia, Su carácter, todo ello ha sido dado a conocer en Sus palabras a la humanidad. Cuando el hombre experimente las palabras de Dios, en el proceso de cumplirlas llegará a comprender el propósito subyacente a las palabras que Dios habla, a comprender la fuente y el trasfondo de las palabras de Dios, y a entender y apreciar el efecto deseado de las palabras de Dios. Para la humanidad, todas estas son cosas que el hombre debe experimentar, de las que debe darse cuenta, y a las que debe acceder a fin de tener acceso a la verdad y la vida, ser consciente de las intenciones de Dios, ser transformado en su carácter, y ser capaz de someterse a la soberanía y a las disposiciones de Dios. Al mismo tiempo que el hombre experimente, sea consciente, y acceda a estas cosas, habrá obtenido gradualmente un entendimiento de Dios, y en ese momento también habrá conseguido diferentes grados de conocimiento sobre Él. Este entendimiento y conocimiento no surgen de algo que el hombre haya imaginado o compuesto, sino más bien de lo que aprecia, experimenta, siente, y corrobora dentro de sí mismo. Solo después de apreciar, experimentar, sentir, y corroborar estas cosas adquiere contenido el conocimiento de Dios por parte del hombre; solo el conocimiento que obtiene en este momento es exacto, práctico, y preciso, y este proceso —de conseguir un entendimiento y un conocimiento genuinos de Dios mediante la apreciación, la experimentación, la sensación y la corroboración de Sus palabras— no es otro que la comunión verdadera entre el hombre y Dios. En medio de esta clase de comunión, el hombre llega a entender y comprender verdaderamente las intenciones de Dios, llega verdaderamente a comprender y conocer las posesiones y el ser de Dios, llega a comprender y conocer verdaderamente la esencia de Dios, llega a comprender y conocer gradualmente el carácter de Dios, llega a una certeza real y a una definición correcta de la realidad del dominio de Dios sobre toda la creación, y consigue una orientación y un conocimiento sustanciales de la identidad y la posición de Dios.

de ‘Conocer a Dios es el camino hacia el temer a Dios y apartarse del mal’ en “La Palabra manifestada en carne (Continuación)”

Debéis conocer la obra de Dios. Solo después de seguir a Jesús fue conociendo Pedro, poco a poco, gran parte de la obra que el Espíritu hizo en Él. Declaró: “Apoyarse en las experiencias del hombre no basta para conseguir un conocimiento completo de Dios; tiene que haber muchas cosas nuevas en la obra de Dios que nos ayuden a conocerle”. Al principio, Pedro creyó que Jesús fue enviado por Dios, como apóstol, y no le vio como el Cristo. Aunque fue llamado a seguirle[b], Jesús le preguntó: “Simón, hijo de Jonás, ¿me seguirás?”. Pedro le respondió: “Debo seguir a aquel que es enviado por el Padre celestial. Debo reconocer a aquel que el Espíritu Santo ha escogido. Te seguiré”. Por sus palabras se puede ver que, sencillamente, Pedro no poseía conocimiento alguno de Jesús; había experimentado las palabras de Dios, había tratado consigo mismo, y había sufrido dificultades por Dios, pero no conocía Su obra. Tras un periodo de experiencia, Pedro vio en Jesús muchas de las obras de Dios, vio la hermosura de Dios y vio mucho del ser de Dios en Jesús. Por consiguiente, también vio que las palabras de Jesús no podían ser palabras de hombre, y que la obra que Él hizo no podría haberla realizado un hombre. En las palabras y los hechos de Jesús, Pedro vio además gran parte de la visión de Dios y mucha obra divina. Durante sus experiencias, no llegó simplemente a conocerse a sí mismo, sino que también se centró en observar las acciones de Jesús, de las que descubrió muchas cosas nuevas; es decir, que eran muchas expresiones del Dios práctico en la obra que Él hizo por medio de Jesús, y que las palabras y los actos de este, las formas en que pastoreó a las iglesias y la obra que realizó diferían de los de un hombre corriente. Así, de Jesús aprendió muchas lecciones que se suponía que debía de aprender y para cuando Jesús estaba a punto de ser clavado en la cruz, había obtenido algún conocimiento de Él, un conocimiento que fue la base de su lealtad de por vida a Él, y de su crucifixión boca abajo por amor a Él.

de ‘Sólo aquellos que conocen a Dios pueden dar testimonio de Él’ en “La Palabra manifestada en carne”

…cuando Pedro aceptó el llamado de Jesús, lo siguió.

Durante el tiempo en que siguió a Jesús, tenía muchas opiniones acerca de Él y siempre lo juzgaba desde su propia perspectiva. Aunque tenía un cierto grado de comprensión del Espíritu, Pedro no era muy iluminado, de ahí sus palabras cuando dijo: “Debo seguir a aquel a quien el Padre celestial ha enviado. Debo reconocer aquel quien el Espíritu Santo ha escogido”. No entendía las cosas que Jesús hizo y no recibió la iluminación. Después de seguirlo por algún tiempo se interesó más en lo que Él hacía y decía y en Jesús mismo. Llegó a sentir que Jesús inspiraba tanto afecto como respeto; le gustaba asociarse con Él y estar a Su lado y escuchar las palabras de Jesús que le daban alimento y ayuda. En el tiempo en que siguió a Jesús, Pedro observó y llevó a su corazón todo acerca de Su vida: Sus acciones, palabras, movimientos y expresiones. Adquirió un entendimiento profundo de que Jesús no era como los hombres ordinarios. Aunque Su apariencia humana era muy ordinaria, estaba lleno de amor, compasión y tolerancia para el hombre. Todo lo que hacía y decía era de mucha ayuda para los demás y a Su lado Pedro vio y aprendió cosas que nunca antes había visto o tenido. Vio que aunque Jesús no tenía un alto estatus ni una humanidad inusual, tenía sobre Él un aire verdaderamente extraordinario y poco común. Aunque Pedro no podía explicarlo por completo, podía ver que Jesús actuaba diferente a todos los demás, porque hacía cosas muy diferentes a las que hacía el hombre ordinario. Del tiempo que estuvo en contacto con Jesús, Pedro también se dio cuenta que Su carácter era diferente al de un hombre común. Siempre actuaba con firmeza y nunca con prisa, nunca exageraba ni le restaba importancia a un tema y conducía Su vida de una forma que era tanto normal como admirable. En la conversación, Jesús era elegante y lleno de gracia, era abierto y alegre pero sereno y nunca perdía Su dignidad al llevar a cabo Su obra. Pedro vio que Jesús algunas veces era taciturno pero que otras veces hablaba sin cesar. A veces estaba tan contento que se volvía ágil y vivaz como una paloma y otras veces estaba tan triste que no hablaba para nada, como si fuera una madre experimentada. A veces estaba lleno de ira como un soldado valiente que sale corriendo para matar a los enemigos y otras veces hasta como un león rugiente. Algunas veces reía; otras veces oraba y lloraba. No importa cómo actuara Jesús, Pedro llegó a tener un amor y respeto sin límites por Él. La risa de Jesús lo llenaba de alegría, Su tristeza lo hundía en la pena, Su ira lo atemorizaba, mientras que Su misericordia, perdón y severidad lo hacían llegar a amar a Jesús de verdad, desarrollando una sincera reverencia y un anhelo por Él. Por supuesto, Pedro solo llegó a darse cuenta de todo esto gradualmente, para cuando ya había vivido junto a Jesús por unos pocos años.

de ‘Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús’ en “La Palabra manifestada en carne”

La hermosura de Dios se expresa en Su obra: solo cuando experimentan Su obra pueden las personas descubrir Su hermosura; solo en sus experiencias prácticas pueden apreciarla, y sin observarla en la vida práctica, nadie puede descubrirla. Hay mucho que amar en Dios, pero sin involucrarse realmente con Él las personas son incapaces de descubrirlo. Es decir, si Dios no se hubiera hecho carne, las personas habrían sido incapaces de involucrarse realmente con Él, y al ser incapaces de ello, tampoco podrían experimentar Su obra; por tanto, su amor a Dios estaría manchado de mucha falsedad e imaginación. El amor de Dios en el cielo no es tan real como en la tierra, porque las personas construyen su conocimiento de Dios en el cielo sobre sus imaginaciones, y no sobre lo que han visto con sus propios ojos y lo que han experimentado. Cuando Dios viene a la tierra, las personas pueden ver Sus hechos reales, Su hermosura y todo Su carácter práctico y normal, y esto es miles de veces más real que el conocimiento del Dios del cielo. Independientemente de cuánto amen las personas al Dios del cielo, no hay nada real en este amor, y está lleno de ideas humanas. Por muy pequeño que sea su amor por el Dios de la tierra, sí es real; aun siendo poco, sigue siendo real. Dios hace que las personas le conozcan a través de una obra real, y obtiene su amor por medio de este conocimiento. Es como Pedro: si no hubiera vivido con Jesús, le habría resultado imposible adorarle. Por tanto, su lealtad hacia Jesús también se edifica sobre su compromiso con Él. Para hacer que el hombre le ame, Dios ha venido en medio del hombre y vive junto a él, y todo lo que Él hace que el hombre vea y experimente es la realidad de Dios.

de ‘Los que aman a Dios vivirán siempre en Su luz’ en “La Palabra manifestada en carne”

Para todos aquellos que viven en la carne, cambiar su carácter requiere metas que perseguir, y conocer a Dios exige ser testigos de los hechos reales y del rostro real de Dios. Ambas cosas solo las puede lograr la carne encarnada de Dios y solo las puede conseguir la carne normal y real. Por esta razón, la encarnación es necesaria y toda la humanidad la necesita. Ya que a las personas se les pide que conozcan a Dios, las imágenes de Dioses ambiguos y sobrenaturales deben ser disipadas de sus corazones, y ya que se les pide que desechen su carácter corrupto, primero deben conocer su carácter corrupto. Si el hombre solo hace la obra para disipar las imágenes de los Dioses vagos de los corazones de las personas, entonces fracasará en conseguir el efecto correcto. Las imágenes de los Dioses ambiguos que están en los corazones de las personas no se pueden exponer, desechar o expulsar por completo solo con palabras. Al hacerlo así, a la larga no será posible disipar estas cosas que están profundamente arraigadas en las personas. Solo el Dios práctico y la verdadera imagen de Dios pueden reemplazar estas cosas vagas y sobrenaturales para permitirles a las personas conocerlas poco a poco, y solo de esta manera se puede lograr el efecto debido. El hombre reconoce que el Dios al que buscó en tiempos pasados es ambiguo y sobrenatural. Lo que puede lograr este efecto no es la guía directa del Espíritu, mucho menos las enseñanzas de un cierto individuo, sino el Dios encarnado. Las concepciones del hombre se ponen al descubierto cuando el Dios encarnado hace de manera oficial Su obra, porque la normalidad y la realidad del Dios encarnado es la antítesis del Dios ambiguo y sobrenatural que hay en la imaginación del hombre. Las concepciones originales del hombre solo se pueden revelar por medio de su contraste con el Dios encarnado. Sin la comparación con el Dios encarnado, las concepciones del hombre no se podrían revelar; en otras palabras, sin el contraste con la realidad las cosas vagas no se podrían revelar. Nadie es capaz de usar palabras para hacer esta obra y nadie es capaz de articular esta obra usando palabras. Solo Dios mismo puede hacer Su propia obra y nadie más puede hacer esta obra en Su nombre. No importa qué tan rico sea el lenguaje del hombre, es incapaz de articular la realidad y la normalidad de Dios. El hombre solo puede conocer a Dios de una manera más práctica y solo lo puede ver con mayor claridad si Dios personalmente obra entre los hombres y muestra por completo Su imagen y Su ser. Este efecto no lo puede lograr ningún hombre carnal. Por supuesto, el Espíritu de Dios también es incapaz de lograr este efecto… Por lo tanto, la humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado y está más necesitada de la obra directa del Dios encarnado. La humanidad necesita al Dios encarnado para que la pastoree, la apoye, la riegue, la alimente, la juzgue y la castigue y ella necesita más gracia y una mayor redención del Dios encarnado. Solo Dios en la carne puede ser el confidente del hombre, el pastor del hombre, el pronto auxilio del hombre, y todo esto es la necesidad que se tiene de la encarnación hoy y en el tiempo pasado.

de ‘La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios hecho carne’ en “La Palabra manifestada en carne”

Las imaginaciones del hombre son, después de todo, huecas y no pueden reemplazar el verdadero rostro de Dios; el carácter inherente de Dios y la obra de Dios mismo el hombre no las puede imitar. El Dios invisible en el cielo y Su obra solo pueden ser traídos a la tierra por el Dios encarnado que personalmente hace Su obra entre los hombres. Esta es la manera más ideal en la que Dios se aparece al hombre, en la que el hombre ve a Dios y llega a conocer el verdadero rostro de Dios, y esto no lo puede lograr un Dios no encarnado.

de ‘La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios hecho carne’ en “La Palabra manifestada en carne”

Hoy puedes adorar a esta persona, pero en realidad estás adorando al Espíritu. Es lo mínimo que debería conseguirse en el conocimiento del Dios encarnado por parte de las personas: conocer la esencia del Espíritu por medio de la carne, la obra divina del Espíritu en la carne y la obra humana en la carne, aceptar todas las palabras y declaraciones del Espíritu en la carne, y ver cómo el Espíritu de Dios dirige la carne y demuestra Su poder en la misma. Es decir, el hombre llega a conocer el Espíritu del cielo a través de la carne; la aparición del Dios mismo práctico en medio del hombre ha disipado al Dios mismo confuso en los conceptos de la gente; la adoración del Dios mismo práctico por parte de las personas ha incrementado su obediencia a Dios; y a través de la obra divina del Espíritu de Dios en la carne, y el esfuerzo humano en la carne, el hombre recibe revelación y pastoreo, y en su carácter vital se producen cambios. Solo este es el significado práctico de la llegada del Espíritu en la carne, y es así principalmente para que las personas puedan comprometerse con Dios, confiar en Él, y alcanzar Su conocimiento.

de ‘Deberías saber que el Dios práctico es Dios mismo’ en “La Palabra manifestada en carne”

Lo mejor de Su obra en la carne es que Él puede dejar palabras y exhortaciones exactas y Su voluntad precisa para la humanidad para los que lo siguen, para que después Sus seguidores puedan, de una manera más exacta y más concreta, transmitir toda Su obra en la carne y Su voluntad a toda la humanidad para los que aceptan este camino. Solo la obra de Dios en la carne entre los hombres logra realmente el hecho de que Dios esté y viva junto con el hombre. Solo esta obra cumple el deseo del hombre de contemplar el rostro de Dios, de ser testigo de la obra de Dios, y de escuchar la palabra personal de Dios. El Dios encarnado da fin a la época cuando solo la espalda de Jehová aparecía a la humanidad y también concluye la época en que la humanidad tenía la creencia en el Dios ambiguo. En particular, la obra del último Dios encarnado trae a toda la humanidad a una época más realista, más práctica y más agradable. Él no solo concluye la época de la ley y la doctrina; de mayor importancia aún, revela a la humanidad un Dios que es real y normal, que es justo y santo, que abre la obra del plan de gestión y demuestra los misterios y el destino de la humanidad, que creó a la humanidad y da fin a la obra de gestión y que ha permanecido oculto por miles de años. Da fin por completo a la época de ambigüedad y concluye la época en la que toda la humanidad deseaba buscar el rostro de Dios pero no era capaz de hacerlo, termina la época en la que toda la humanidad servía a Satanás y guía a toda la humanidad hasta el final a una era completamente nueva. Todo esto es el resultado de la obra de Dios en la carne en vez de la del Espíritu de Dios.

de ‘La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios hecho carne’ en “La Palabra manifestada en carne”

Versículo Bíblico ilustrado sobre evangelio de hoy

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Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.

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