Versículo de Hoy - Explicación de Job 3:1
Versículo de Hoy
DESPUÉS de esto abrió Job su boca, y maldijo su día.
Mucha gente no podía entender el hecho de que Job maldijo el día de su nacimiento e incluso consideraba que Job era demasiado desobediente. Sin embargo, no fue así, al contrario, Job buscaba temer a Dios y apartarse del mal. Cuando Satanás lo afligió, sufrió un dolor enorme, y se sintió Dios acongojado por él. Job se preocupaba por voluntad de Dios y no quería que Dios sufriese por él, por lo tanto, maldijo el día de su nacimiento. El comportamiento de Job resalta aún más su buena humanidad, que no pedía a Dios que le concediera bendición, sino que buscaba preocuparse por voluntad de Dios. La palabra de Dios dice: “Cuando Satanás extendió su mano para afligir los huesos de Job, este cayó en sus garras, sin medios para escapar ni fuerza para resistir. Su cuerpo y su alma sufrieron un dolor enorme, y este dolor le hizo tomar profunda consciencia de la insignificancia, la fragilidad y la impotencia del hombre que vive en la carne. Adquirió, asimismo, un profundo entendimiento de por qué Dios quiere preocuparse por la humanidad y cuidar de ella. En las garras de Satanás, Job se dio cuenta de que el hombre, de carne y hueso, es realmente impotente y débil. Cuando se arrodilló y oró a Dios, sintió que Él se tapaba la cara y se escondía, porque lo había dejado por completo en las manos de Satanás. Al mismo tiempo, Dios también lloró y se sintió acongojado por él; a Dios le dolía su dolor, le herían sus heridas… Job sentía el dolor de Dios, y lo insoportable que aquello era para Él… No quería acarrear más pesar sobre Dios ni que este llorara por él, y mucho menos que sufriese por él. En aquel momento sólo quería despojarse de su carne para no soportar más el dolor que esta traía sobre él, porque esto haría que Dios dejara de sentirse atormentado por su dolor; pero no podía, y no sólo tenía que tolerar el dolor de la carne, sino también el tormento de no querer inquietar a Dios. Estos dos dolores —el de la carne y el del espíritu— produjeron un sufrimiento desgarrador y devastador sobre Job, y le hicieron sentir que las limitaciones del hombre, que es de carne y hueso, pueden hacer que uno se sienta frustrado e inútil. Bajo estas circunstancias, su anhelo de Dios fue más ardiente, y su aborrecimiento hacia Satanás más intenso. En aquel momento, Job habría preferido no haber nacido nunca en este mundo del hombre, no existir, antes que ver a Dios llorar o sentir dolor por su causa. Comenzó a aborrecer profundamente su carne, a sentirse asqueado y cansado de sí mismo, del día de su nacimiento e incluso de todo lo relacionado consigo mismo. No quería que ya se hiciera mención alguna de su día de nacimiento ni de nada que tuviera algo que ver con ello, así que abrió su boca y maldijo el día de su nacimiento: ‘Perezca el día en que yo nací, y la noche que dijo: “Un varón ha sido concebido”. Sea ese día tinieblas, no lo tome en cuenta Dios desde lo alto, ni resplandezca sobre él la luz’ (Job 3-4). Las palabras de Job trasmiten su aborrecimiento de sí mismo, ‘Perezca el día en que yo nací, y la noche que dijo: “Un varón ha sido concebido”’, así como la culpa recayó sobre sí mismo y su sentido de endeudamiento por haberle causado dolor a Dios, ‘Sea ese día tinieblas, no lo tome en cuenta Dios desde lo alto, ni resplandezca sobre él la luz’. Estos dos pasajes son la expresión definitiva de cómo se sentía Job entonces, y demuestran plenamente a todos su perfección y rectitud. Al mismo tiempo, tal como Job había deseado, su fe y su obediencia a Dios, así como su temor de Él, eran realmente elevados. Por supuesto, este era precisamente el efecto que Dios había esperado” (“La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II”).
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